En la mayoría de los hogares españoles, hay un rincón que, por tradición o comodidad mal entendida, se ha convertido en el depositario de nuestros remedios farmacológicos: el cuarto de baño. Sin embargo, esta costumbre tan arraigada, casi un automatismo heredado de generación en generación, podría estar convirtiendo nuestros medicamentos en un riesgo silencioso, tal y como la OMS (Organización Mundial de la Salud) lleva tiempo advirtiendo con creciente preocupación. Ese pequeño armario sobre el lavabo o la estantería junto a la ducha es, en realidad, uno de los peores lugares para conservar la integridad y eficacia de los fármacos.
La aparente inocuidad de este gesto cotidiano esconde una verdad incómoda: las condiciones ambientales propias de un cuarto de baño son el enemigo número uno de la estabilidad de muchos compuestos químicos presentes en las medicinas. Lejos de ser un lugar seguro, las fluctuaciones de temperatura y, sobre todo, la elevada y constante humedad ambiental, pueden desencadenar procesos de degradación que no solo merman la potencia del medicamento, sino que, en algunos casos, podrían incluso generar subproductos tóxicos, una realidad que la OMS se esfuerza por comunicar.
4MÁS ALLÁ DE LOS ANTIBIÓTICOS: EL PELIGRO OCULTO EN TU ARMARIO DE MEDICINAS (INSISTE LA OMS)

Aunque los antibióticos son particularmente sensibles y su mal estado tiene implicaciones serias para la salud pública, como bien señala la OMS, no son los únicos fármacos en riesgo cuando se guardan en el baño. Prácticamente todas las formas farmacéuticas pueden verse afectadas: las cápsulas pueden ablandarse o pegarse, los comprimidos efervescentes pueden reaccionar prematuramente con la humedad, y las cremas o ungüentos pueden separar sus fases o contaminarse con moho, alterando su textura y su capacidad de acción. Incluso las tiras reactivas para medir la glucosa pueden dar lecturas erróneas si se exponen a la humedad.
Es importante revisar periódicamente el aspecto de los medicamentos y desechar aquellos que presenten signos de deterioro, como cambios de color, olor extraño, o si las pastillas están rotas o desmenuzadas, incluso antes de su fecha de caducidad. La OMS aconseja que, ante la más mínima duda, es preferible no consumir un medicamento sospechoso y consultar con un farmacéutico sobre su estado y la forma correcta de deshacerse de él, priorizando siempre la seguridad del paciente.