La eterna duda que asalta a millones de hogares españoles cada vez que llegan de la compra ha encontrado por fin una respuesta científica definitiva. El almacenamiento de los huevos ha sido objeto de debates familiares durante décadas, con posturas enfrentadas entre quienes los dejan en el cartón original, los que optan por la cómoda puerta del frigorífico o aquellos que confían en métodos más tradicionales. Sin embargo, los expertos en seguridad alimentaria han zanjado la cuestión con datos contundentes que revolucionan nuestras costumbres culinarias.
La ciencia alimentaria moderna ha demostrado que las prácticas habituales de conservación doméstica pueden comprometer tanto la calidad como la seguridad de este alimento básico. Las fluctuaciones de temperatura, la exposición a bacterias y la pérdida de frescura son factores que influyen directamente en la vida útil del producto. Numerosos estudios han confirmado que existe un método óptimo que supera con creces las alternativas tradicionales, garantizando una conservación superior y minimizando los riesgos para la salud.
1LA PUERTA DE LA NEVERA: EL ERROR MÁS EXTENDIDO EN LOS HOGARES ESPAÑOLES
La ubicación más popular para guardar los huevos en la mayoría de frigoríficos domésticos resulta ser precisamente la menos recomendable desde el punto de vista científico. Los compartimentos diseñados en las puertas de los electrodomésticos, aunque cómodos y accesibles, someten a los huevos a constantes variaciones térmicas cada vez que se abre el refrigerador. Esta inestabilidad térmica, que puede alcanzar diferencias de hasta cinco grados centígrados, acelera el deterioro del producto y favorece el desarrollo de microorganismos patógenos.
Los fabricantes de frigoríficos incluyen estos espacios por tradición y comodidad, pero los expertos en tecnología alimentaria desaconsejan rotundamente su uso para productos tan delicados. Las oscilaciones de temperatura que se producen en la puerta, especialmente durante los meses de verano, pueden romper la cadena de frío necesaria para mantener la calidad óptima del alimento. Además, las vibraciones constantes del motor y el movimiento de apertura y cierre pueden debilitar la cáscara y facilitar la penetración de bacterias hacia el interior.