viernes, 6 junio 2025

El momento más incómodo de la boda de Felipe VI y Letizia que aún da que hablar, 21 años después

Felipe VI vivió el 22 de mayo de 2004 uno de los días más importantes de su vida: su boda con Letizia Ortiz Rocasolano. La capital se paralizó, las cámaras de RTVE recogieron cada segundo de una ceremonia que pretendía ser solemne y perfecta. Sin embargo, a pesar de la lluvia, del impecable vestido de la novia y del entusiasmo popular, hubo un instante inesperado que se quedó grabado en la memoria colectiva, y fue la travesura de un pequeño paje que rompió el protocolo y desató las sonrisas incluso en plena catedral.

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Aquel día, Felipe VI no solo dio un paso fundamental en su vida personal, sino también en la institucional. Pero lo que pocos anticipaban era que, 21 años después, uno de los momentos más recordados del enlace no tendría que ver con la emoción del “sí, quiero” ni con el desfile de invitados ilustres, sino con el gesto impulsivo y espontáneo de su sobrino Froilán, que entonces solo tenía cinco años y ya se veía como un personaje mediático.

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Una boda y muchos símbolos y gestos

Fuente: EuropaPress

Felipe VI quiso que su boda fuese un reflejo de la continuidad de la monarquía, con guiños a la tradición y un fuerte componente simbólico. La elección de los trajes de los pajes, diseñados por Lorenzo Caprile e inspirados en el siglo XVIII, era un claro homenaje a los Primeros Borbones y al universo estético de Goya. Cada detalle fue pensado con esmero. Sin embargo, el factor humano siempre se impone a cualquier escenografía. Y en ese caso, fue un gesto inesperado lo que le dio a la ceremonia un componente auténtico e inolvidable.

Ese contraste entre lo protocolario y lo espontáneo es, quizás, una metáfora de la vida pública de Felipe VI desde entonces. Como rey, ha tenido que lidiar con las exigencias institucionales, pero también con las realidades impredecibles que plantea su entorno familiar. El episodio de Froilán, aunque anecdótico, fue una pequeña muestra de cómo incluso los actos más solemnes pueden verse alterados por la naturalidad de un niño, por mucho que los focos intenten encuadrar todo a la perfección.

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