Felipe VI vivió el 22 de mayo de 2004 uno de los días más importantes de su vida: su boda con Letizia Ortiz Rocasolano. La capital se paralizó, las cámaras de RTVE recogieron cada segundo de una ceremonia que pretendía ser solemne y perfecta. Sin embargo, a pesar de la lluvia, del impecable vestido de la novia y del entusiasmo popular, hubo un instante inesperado que se quedó grabado en la memoria colectiva, y fue la travesura de un pequeño paje que rompió el protocolo y desató las sonrisas incluso en plena catedral.
Aquel día, Felipe VI no solo dio un paso fundamental en su vida personal, sino también en la institucional. Pero lo que pocos anticipaban era que, 21 años después, uno de los momentos más recordados del enlace no tendría que ver con la emoción del “sí, quiero” ni con el desfile de invitados ilustres, sino con el gesto impulsivo y espontáneo de su sobrino Froilán, que entonces solo tenía cinco años y ya se veía como un personaje mediático.
3El reencuentro de Froilán y Victoria

Este abril, dos décadas después de aquella patada inocente, Froilán y Victoria López-Quesada volvieron a coincidir en una boda: la de Teresa Urquijo y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. La imagen del reencuentro, con un saludo afectuoso y dos besos a las puertas de la iglesia, captó la atención de los medios. Muchos no pudieron evitar recordar aquel instante de 2004, como si la vida se divirtiera cerrando círculos entre los mismos protagonistas.
Felipe VI, aunque no estuvo presente en esta última boda, está inevitablemente ligado a esa imagen por el contexto de su propio enlace. Lo que parecía una anécdota menor en su gran día ha acabado convirtiéndose en una escena de archivo que se repite año tras año, recordándonos que incluso en los eventos más trascendentales, hay espacio para la espontaneidad. Y que los recuerdos, por pequeños que parezcan, pueden tener una larga vida. Más aún si ocurren ante millones de espectadores y bajo el sello de una boda real.