La capacidad de ver con claridad es una herramienta fundamental, casi tan esencial para el desarrollo como podría ser para un adulto disponer de un coche que le permita desplazarse a su lugar de trabajo o llevar a cabo sus gestiones diarias; por ende, las gafas son fundamentales para cualquiera que las necesita. Para un niño en edad escolar, una visión nítida no es un simple lujo, es la ventana a un mundo de conocimiento, la llave que abre las puertas del aprendizaje en el aula, permitiéndole seguir el ritmo de sus compañeros y participar plenamente en la vida académica, sin embargo, para miles de familias en España, la realidad es que el acceso a esta herramienta básica no siempre ha estado garantizado, convirtiéndose en una carga económica que, en muchos casos, ha llevado a que problemas visuales pasen desapercibidos o queden sin corregir, con consecuencias directas y preocupantes en el rendimiento escolar y el bienestar infantil.
Es innegable que la salud visual de los menores es una cuestión de primer orden que impacta directamente en su presente y futuro. Un niño que no ve bien la pizarra, que confunde letras o que sufre dolores de cabeza por forzar la vista, se enfrenta a una barrera invisible que puede minar su confianza, generar frustración y, en los casos más graves, derivar en un fracaso escolar prematuro, la desigualdad económica se cierne aquí como un factor cruel, donde la corrección de un problema visual puede depender del presupuesto familiar, dejando a los más vulnerables en una situación de desventaja injusta y evitable. Abordar esta brecha no es solo una cuestión de sanidad, es un imperativo de justicia social y una inversión en la equidad educativa de nuestro país.
1EL RETO SILENCIOSO EN LAS AULAS ESPAÑOLAS: CUANDO VER ES APRENDER

Existe un desafío latente en nuestras escuelas que a menudo pasa desapercibido: la prevalencia de problemas de visión no diagnosticados o no tratados entre el alumnado. Es una realidad que afecta a un porcentaje significativo de niños y adolescentes, manifestándose de formas diversas, desde la simple dificultad para leer la letra pequeña del libro hasta la incapacidad de distinguir claramente figuras o palabras proyectadas a distancia, y sus consecuencias en el proceso de aprendizaje pueden ser devastadoras, afectando no solo el rendimiento académico sino también el desarrollo social y emocional del menor, no tener una visión adecuada es como intentar conducir un coche
sin parabrisas, dificultando enormemente el avance.
Los expertos en salud visual y pedagogía llevan años alertando sobre el vínculo directo entre una mala visión y el fracaso escolar. Se estima que una parte importante de los casos de bajo rendimiento o abandono prematuro de los estudios podrían estar relacionados, al menos parcialmente, con problemas visuales no corregidos, un dato alarmante que subraya la necesidad urgente de intervenir de forma efectiva en este ámbito, garantizando que todos los niños tengan las herramientas básicas, como unas gafas o lentillas, para poder seguir el ritmo en el aula y desarrollar todo su potencial sin obstáculos injustos. Es un problema que, pese a su magnitud, a menudo no recibe la atención mediática que merece, quedando eclipsado por otros debates educativos o sanitarios más sonados.