Hoy en día, subirte a un coche es mucho más que simplemente poner las manos al volante y arrancar. Pensamos que controlamos todo lo que ocurre dentro y fuera, pero la realidad es que nuestro coche, ese compañero inseparable de viajes y rutinas, guarda secretos que quizás no imaginamos. Existe, metido en las tripas electrónicas, un testigo silencioso que toma notas sobre cada movimiento, cada acelerón, cada frenada brusca. No habla, pero registra.
Este testigo no es un pasajero más, sino una especie de ‘caja negra’, como las de los aviones, pero a escala automovilística. Registra datos, muchos datos, sobre cómo te comportas al volante y qué ocurre en los momentos críticos. Y lo verdaderamente interesante, o preocupante según se mire, es quién puede acceder a esa información y con qué fines, especialmente cuando hablamos de un siniestro, un suceso inesperado donde la verdad de lo ocurrido puede tener consecuencias importantes para todos los implicados y, sobre todo, para nuestra relación con la compañía de seguros que nos cubre.
1¿QUÉ ES EXACTAMENTE ESA «CAJA NEGRA» DE LA QUE HABLAMOS EN TU COCHE?

Esa ‘caja negra’ de la que se empieza a hablar más a menudo en realidad tiene un nombre técnico: Event Data Recorder, o EDR. No es un dispositivo voluminoso y aparatoso, sino que suele ser un pequeño módulo electrónico, a menudo integrado dentro de la unidad de control de los airbags del coche o en algún otro sistema de seguridad pasiva. Su función principal nació pensando en la seguridad, para entender mejor los accidentes y mejorar los sistemas de protección, ayudando a los ingenieros a diseñar coches más seguros basándose en datos reales de impacto y siniestros. Con el tiempo, sus capacidades de registro se han ampliado.
No es que esté grabando tus conversaciones o tus rutas diarias al detalle como si fuera un espía permanente, eso es importante dejarlo claro desde el principio para no generar alarmismos infundados sobre tu coche. Su función principal es capturar un breve lapso de datos justo antes, durante y después de un evento crítico, normalmente una colisión o un cambio brusco de velocidad que activa ciertos sensores del vehículo, ofreciendo una instantánea digital de lo que ocurrió en los momentos cruciales de un suceso para su posterior análisis. Esta tecnología se ha vuelto cada vez más común y es prácticamente un estándar en los coches modernos, especialmente en los últimos años.