El hábito de la higiene dental forma parte de nuestra rutina diaria desde la infancia, pero paradójicamente muchas personas están causando un daño irreversible al esmalte de sus dientes sin ser conscientes de ello. La creencia generalizada de que cuanto más fuerte y frecuente sea el cepillado, mejor será la limpieza, ha llevado a millones de españoles a adoptar prácticas que erosionan gradualmente la capa protectora más importante de su dentadura.
Lo que resulta más sorprendente es que gran parte de estos errores pasan desapercibidos durante las consultas odontológicas habituales, donde el foco se centra principalmente en detectar caries y problemas de encías. El esmalte dental, esa superficie cristalina que protege nuestros dientes, es el tejido más duro del cuerpo humano, pero también el más vulnerable a ciertos hábitos cotidianos que consideramos beneficiosos para nuestra salud bucal.
2CERDAS DURAS: EL ENEMIGO SILENCIOSO

La elección del cepillo dental adecuado marca la diferencia entre una limpieza efectiva y un proceso destructivo que compromete la integridad de nuestros dientes. Los cepillos de cerdas duras, comercializados frecuentemente como la opción más eficaz para eliminar la placa bacteriana, funcionan en realidad como herramientas abrasivas que causan micro-traumas en el esmalte dental. Esta abrasión constante debilita la estructura cristalina que protege la dentina subyacente, más blanda y sensible.
La industria dental ha evolucionado considerablemente en los últimos años, desarrollando cepillos de cerdas suaves que resultan igual de efectivos para la eliminación de residuos alimentarios y bacterias. Los odontólogos recomiendan cerdas suaves o extra suaves porque permiten acceder a los espacios interdentales sin causar daño al esmalte ni irritación a las encías. El concepto erróneo de asociar dureza con eficacia ha llevado a muchas personas a perpetuar un hábito destructivo durante décadas.