Las empanadas gallegas son, sin duda, una de las joyas de la gastronomía del norte de España. Este manjar, que evoca tradición y sabor, se ha convertido en un imprescindible tanto en las mesas familiares como en celebraciones populares. Ya sea en una romería o en un día de playa, las empanadas gallegas siempre son bienvenidas, con esa masa inconfundible y ese relleno jugoso que despierta los sentidos. Se pueden comer frías o calientes, y acompañadas de un vino blanco o una cerveza fría, se convierten en una auténtica delicia.
El encanto de las empanadas gallegas reside también en su versatilidad. Se preparan con ingredientes que varían según la temporada y la imaginación del cocinero. Las más tradicionales son las de bonito con pimientos, pero también se encuentran de zamburiñas, vieiras, bacalao con pasas, carne, chorizo, mejillones o verduras. Y lo mejor es que todas, absolutamente todas, tienen un sabor que transporta directamente a Galicia, con sus rías, su mar y sus cocinas de leña.
3Una comida perfecta para cualquier ocasión

Las empanadas gallegas no solo son deliciosas, sino también prácticas. Se pueden preparar con antelación, conservar bien en la nevera y transportar fácilmente. Esto las convierte en la elección ideal para picnics, cenas informales, meriendas o cualquier comida que se quiera convertir en un pequeño festín. Además, su sabor mejora al reposar, así que si sobran trozos, mejor aún, pues al día siguiente estarán incluso más ricas.
Lo más bonito de las empanadas gallegas es que cuentan historias. Cada receta es heredada de una abuela, una madre o una tía. Cada versión tiene un toque personal que la hace única. Y sin importar si se hacen en una cocina con vistas al Atlántico o en pleno centro de una ciudad, el primer bocado siempre tiene el poder de devolvernos al corazón de Galicia. Porque las empanadas gallegas no son solo comida, son tradición, sabor y memoria envueltos en masa.