Llega el ansiado verano, y con él, la ilusión de planificar esas merecidas vacaciones que llevamos meses, o incluso todo el año, esperando con anhelo. Pero cuidado, porque en ese proceso de búsqueda del hotel perfecto, ese que parece sacado de una postal idílica, un enemigo invisible y bastante taimado podría estar inflando los precios, una práctica sobre la que la OCU lleva tiempo alertando y que puede convertir el sueño en una pequeña pesadilla para nuestro bolsillo. No se trata de una simple fluctuación del mercado o de la ley de la oferta y la demanda en su versión más pura, sino de algo mucho más sofisticado y, para muchos, éticamente cuestionable.
Hablamos de los precios dinámicos, esa estrategia cada vez más extendida en el sector turístico, y especialmente en el hotelero, que ajusta las tarifas en tiempo real no solo en función de la disponibilidad o la temporada, sino también basándose en nuestro comportamiento online, nuestro historial de navegación e incluso nuestra ubicación geográfica. Lo que parece una comodidad tecnológica, en realidad, puede ser una trampa muy bien urdida para exprimir al máximo el presupuesto del viajero desprevenido, una argucia que la OCU y otras organizaciones de consumidores miran con lupa y creciente preocupación, instando a los usuarios a estar más alerta que nunca.
1LA TRAMPA INVISIBLE DE LOS PRECIOS QUE BAILAN: ASÍ FUNCIONA EL TIMO DEL VERANO SEGÚN LA OCU

El concepto de precios dinámicos no es nuevo; las aerolíneas llevan años utilizándolo, ajustando el coste de los billetes en función de múltiples variables como la antelación de la compra, el día de la semana o la ocupación del vuelo. Sin embargo, su aplicación en el sector hotelero, especialmente cuando se combina con el rastreo del comportamiento individual del usuario, adquiere una dimensión mucho más personal y, si se quiere, invasiva, algo que la OCU ha señalado en diversas ocasiones como potencialmente perjudicial para los consumidores.
Lo que sucede es que los sistemas de reserva online de muchos hoteles, o las grandes plataformas de intermediación, utilizan algoritmos complejos que analizan nuestros datos de navegación: qué tipo de hoteles hemos buscado antes, cuántas veces hemos consultado una misma oferta, desde qué dispositivo accedemos –no es raro que a un usuario de Mac se le muestren precios ligeramente superiores– e incluso nuestra dirección IP para determinar nuestra ubicación y, a partir de ahí, inferir nuestro poder adquisitivo o nuestra urgencia. Esta práctica, denunciada por la OCU por su falta de transparencia, puede llevar a que dos personas vean precios diferentes por la misma habitación en el mismo momento.