La costumbre de disfrutar de una taza de té, vista tradicionalmente como un pilar de bienestar y un refugio de calma en el ajetreo diario, es una imagen que se tambalea para muchos al descubrir ciertas verdades incómodas. Durante años, se ha asociado el acto de preparar esta infusión con un momento de relax casi terapéutico, una pausa que se consideraba no solo placentera sino también intrínsecamente saludable. Esta percepción, arraigada en la cultura popular y reforzada por incontables mensajes sobre las propiedades de las distintas variedades de té, ha guiado nuestras elecciones a la hora de llenar la despensa o pedir una bebida en cualquier cafetería.
Sin embargo, como suele ocurrir, las verdades que damos por sentadas a veces esconden matices inesperados y, en ocasiones, profundamente inquietantes. Lo que parecía un gesto inofensivo, un simple paso en una rutina de autocuidado o un recurso para mantenernos hidratados de forma sabrosa, ha revelado una cara oculta que choca frontalmente con la imagen idílica que habíamos construido. Hay datos, respaldados por investigaciones serias, que invitan a replantearse por completo el acto de consumir ciertas modalidades de té, poniendo en tela de juicio su aparente inocuidad y sugiriendo que algo tan cotidiano puede estar asociado a riesgos que nunca habríamos imaginado.
3EL CONTEO IMPLACABLE: MILLONES DE PARTÍCULAS EN CADA TAZA DE TÉ

Los estudios pioneros que analizaron el contenido de microplásticos liberado por las bolsitas de té fueron reveladores, por no decir estremecedores. Utilizando microscopios electrónicos de alta resolución y técnicas de espectroscopia, los científicos pudieron no solo identificar la composición plástica de las bolsitas, sino también contar y medir las partículas que migraban al agua durante el proceso de infusión, reproduciendo las condiciones de una preparación casera habitual con agua a 95 grados centígrados. Los resultados superaron las previsiones más pesimistas sobre el té.
Una investigación de la Universidad McGill en Canadá, publicada en la revista Environmental Science & Technology, se convirtió en un hito al cuantificar la magnitud del problema: una sola bolsita de té piramidal de plástico podía liberar aproximadamente 11.6 mil millones de microplásticos y 3.1 mil millones de nanoplásticos en una sola taza. Estas cifras son astronómicas si las comparamos con otras fuentes conocidas de microplásticos en nuestra dieta, situando el consumo de té en bolsita plástica como una de las vías de exposición más masivas que se han documentado hasta la fecha y poniendo de manifiesto la necesidad urgente de buscar alternativas para disfrutar del té.