sábado, 7 junio 2025

Descubrí el truco de los restaurantes para que pidas los platos más caros: Te explico cómo no caer en su «ingeniería de menús

La experiencia culinaria en los restaurantes de nuestro país, lejos de ser una simple transacción gastronómica, es en realidad un intrincado ballet donde cada elemento, desde la música ambiental hasta la disposición de los platos en el menú, está cuidadosamente orquestado para influir en nuestras decisiones. Es una coreografía silenciosa, diseñada no solo para satisfacer el paladar, sino también para guiar la cartera del comensal hacia destinos concretos, a menudo, los más rentables para el establecimiento. Pocas veces nos detenemos a pensar que cada carta que llega a nuestras manos no es un mero listado de opciones, sino un mapa detallado trazado por expertos en psicología del consumo y diseño gráfico, cuyo objetivo es maximizar el gasto medio por cliente sin que este apenas se dé cuenta.

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Esta ingeniería invisible de los menús es una práctica extendida, una ciencia sutil que los restaurantes han perfeccionado a lo largo de décadas, convirtiendo la elección de un plato en un ejercicio mucho más complejo de lo que parece. Se emplean tácticas que van desde el uso estratégico de la tipografía hasta la colocación de ciertos precios, pasando por descripciones tan evocadoras que parecen poesía líquida en el paladar, y todo ello con una meta clara: que acabemos pidiendo aquello que nos reportará la mayor satisfacción económica a ellos, no siempre a nosotros. Es hora de desvelar estos trucos, de entender el porqué de cada detalle en esa aparentemente inocente hoja de papel o pantalla digital, y de armarse con el conocimiento necesario para navegar por este laberinto gastronómico con la astucia de un experto comensal, eligiendo siempre lo que de verdad queremos, no lo que nos quieren vender.

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NAVEGANDO POR EL LABERINTO GASTRONÓMICO: CÓMO DETECTAR LOS ANZUELOS

Fuente Pexels

Para evitar caer en las trampas de la ingeniería de menús, el primer paso es ser consciente de su existencia y desarrollar una mirada crítica al leer la carta, entendiendo que cada detalle tiene una intención. Hay que aprender a ir más allá de las descripciones poéticas y centrarse en los ingredientes reales, comparando los componentes de los platos para discernir si el precio adicional se justifica realmente por la calidad o rareza de los mismos. Un plato con «verduras de la huerta» puede sonar bien, pero si no se especifica el tipo de verdura o su origen, el margen puede ser considerablemente alto para el restaurante.

La clave está en buscar la sustancia detrás de la forma, leyendo entre líneas y descifrando los mensajes ocultos que los restaurantes envían a través de sus cartas. Desconfiar de los recuadros llamativos y las descripciones excesivamente elaboradas, y, sobre todo, no dejarse impresionar por la ausencia del símbolo monetario, visualizando mentalmente el euro junto a cada cifra para tener una idea clara del gasto. Hay que entrenar la vista para identificar los patrones que hemos desvelado, y así, con una mente más analítica, elegir con criterio y sin dejarse llevar por la primera impresión que nos presenta la carta de cualquier local.

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