sábado, 7 junio 2025

La Policía advierte que la arraigada costumbre de ‘Tomar la Fresca’ tiene los días contados en España

Tomar la fresca ha sido, durante décadas, una de esas costumbres que definen el verano en los pueblos de España. Vecinas mayores que sacan sus sillas al caer la tarde, charlas entre risas en la acera, un ventilador improvisado con el abanico y la brisa como alivio frente al calor. Es un retrato que muchos consideran entrañable, incluso identitario, pero que hoy está en el centro de una inesperada polémica. En Santa Fe, Granada, la Policía Local ha advertido que esta práctica podría ser sancionada por ocupar la vía pública, recordando que, aunque tradicional, también debe respetar la normativa.

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El aviso policial, compartido en redes sociales con una foto típica de señoras sentadas al fresco, ha desatado un aluvión de reacciones. El mensaje pedía civismo y respeto, pero muchos ciudadanos han sentido que se está señalando injustamente una costumbre que representa comunidad, vecindad y vida de barrio. Tomar la fresca ya no es solo una cuestión de sillas en la acera; ahora es un asunto que divide opiniones y pone sobre la mesa un debate más amplio sobre espacio público y convivencia.

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Una práctica que va más allá de la silla en la acera

Fuente: Pexels

Lo que está en juego no es simplemente el derecho a colocar una silla en la calle. Se trata de defender una forma de entender el verano, la vecindad y los espacios comunes. Tomar la fresca representa el uso afectivo del entorno urbano, donde la calle no es solo un lugar de paso, sino un punto de encuentro, de comunidad. En muchos casos, es también un salvavidas emocional para personas mayores que, durante las horas más agradables del día, encuentran en ese rato compartido un motivo de alegría.

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La polémica de Santa Fe ha abierto una conversación necesaria: ¿qué tipo de vida urbana queremos proteger? ¿Una ciudad regulada hasta el extremo o una que permita momentos de humanidad y tradición? Mientras se busca el equilibrio, quizá la clave esté en aplicar las normas con sensibilidad, entendiendo que tomar la fresca no es una amenaza para la convivencia, sino un reflejo de cómo aún es posible vivir el verano con sencillez y cercanía.

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