Las elecciones autonómicas andaluzas se acercan y, con ellas, se recrudece el debate sobre la unidad de la izquierda alternativa. Pero esta vez, no es Podemos quien concentra el grueso de las críticas.
Su negativa a participar en un proceso de negociación con Izquierda Unida (IU) y Sumar ha sido leída en algunos sectores no como una ruptura caprichosa, sino como una reacción lógica ante la actitud complaciente de Sumar con el PSOE y la negativa de IU a abandonar La Moncloa pese al rearme propugnado por Pedro Sánchez.
Desde La Moncloa, el ruido preocupa de cara a las elecciones generales de 2027. Lo que se observa en Andalucía no es solo una división táctica o personal, sino un callejón sin salida que nace de una disonancia más profunda.
SUMAR COMPLICA LAS NEGOCIACIONES
La plataforma liderada de facto por Yolanda Díaz ha mantenido desde su fundación un discurso conciliador, de amplia base, casi transversal. Sin embargo, para una parte del electorado progresista y para antiguos socios como Podemos, esa apuesta por la moderación ha cruzado la línea de la sumisión.
Sumar ha asumido, sin apenas debate, el papel de socio minoritario del PSOE, sin marcar distancias cuando han surgido contradicciones o retrocesos en políticas sociales y laborales. En Andalucía, esta actitud se ha traducido en un intento de construir una confluencia con IU que, en la práctica, responde más a equilibrios de aparato que a una propuesta de renovación real.
Desde esta perspectiva, no sorprende que Podemos cuestione entrar en una alianza que consideran ‘sin contenido’ y que solo busca reproducir esquemas de reparto de listas sin transformación política de fondo.
IU Y EL GOBIERNO
El otro gran obstáculo es la situación de Izquierda Unida en el Gobierno. Este posicionamiento ha sido duramente criticado incluso desde dentro del espacio progresista. Podemos ha aprovechado esta incoherencia para reforzar su postura: En este contexto, la decisión de Podemos de no sentarse a negociar no se percibe en ciertos sectores como un gesto de aislamiento, sino como una exigencia de coherencia política.
Aunque el partido arrastra una fuerte caída electoral y una imagen dañada tras su salida del Gobierno central, conserva una parte activa del electorado que valora su papel fiscalizador. Pero sus fuerzas están muy menguadas y Andalucía puede ser su cementerio. Podemos considera que sumarse a una plataforma diseñada sin capacidad de autocrítica y que no se deslinda del poder establecido, sería diluir su identidad.

De ahí su negativa a sumarse a cualquier proceso que no implique una ruptura clara con el colaboracionismo institucional que simbolizan hoy Sumar e IU en Andalucía. La Moncloa observa la situación con preocupación, pero con pocas herramientas para intervenir. El PSOE necesita que el espacio a su izquierda esté articulado, al menos en lo electoral, para mantener mayorías parlamentarias y no abrir la puerta a la derecha.
Sin embargo, cada vez es más evidente que la unidad no puede construirse solo desde el cálculo o la disciplina partidista. Lo que falta es una propuesta clara, con contenido, que convenza a una ciudadanía cansada de fórmulas huecas. La tibieza estratégica de Sumar y el inmovilismo de IU han dejado huérfano al electorado progresista más exigente. Y Podemos sufre una crisis de imagen en amplios sectores progresistas.
De seguir así, las izquierdas llegarán divididas a las urnas en Andalucía. No solo en lo organizativo, sino en lo político y en lo simbólico. Sumar, con su apuesta institucional; IU, atada al poder; y Podemos, al margen, reclamando una ruptura que nadie más parece dispuesto a asumir.
SIN RUMBO COMPARTIDO
El escenario actual refleja más que una fragmentación electoral: muestra una desconexión profunda entre las aspiraciones del electorado progresista y la práctica política de sus representantes. Si Sumar no abandona su docilidad, e IU no reevalúa su compromiso con La Moncloa, el espacio a la izquierda del PSOE corre el riesgo de implosionar.
Andalucía, históricamente un bastión de luchas sociales y transformaciones desde abajo, merecería algo más que cálculos electorales entre formaciones estatales que, si no se unen, pueden dejar en bandeja las elecciones generales de 2027 a la derecha.