Probablemente te estás duchando mal cada mañana, y ni siquiera eres consciente de ello. Ese ritual diario, concebido como un acto de higiene y bienestar, podría ser la causa principal de esa sequedad, tirantez o incluso los picores que sufre tu piel. Lo que consideramos un momento de placer y limpieza se convierte en una agresión constante cuando no prestamos atención a dos factores cruciales que casi todos pasamos por alto, el agua demasiado caliente y ciertos jabones agresivos están saboteando silenciosamente la salud de tu piel. Se trata de un error tan común y arraigado en nuestras costumbres que lo hemos normalizado, sin percatarnos del daño acumulativo que genera en nuestra barrera cutánea.
Esta agresión cotidiana deja señales inequívocas que a menudo malinterpretamos. La necesidad imperiosa de aplicar crema hidratante justo al salir de la ducha no es un capricho, sino un chivato de que algo no va bien. Creemos que la piel queda «rechinante» de limpia, cuando en realidad está pidiendo auxilio a gritos. La clave para entender este fenómeno reside en comprender cómo estos hábitos afectan a la estructura más externa de nuestra epidermis, esta sensación de tirantez no es un signo de limpieza, sino una llamada de auxilio de tu epidermis. Desvelar este mecanismo es el primer paso para transformar por completo nuestra rutina y empezar a cuidar de verdad el órgano más grande de nuestro cuerpo.
3LA ESPUMA QUE ENGAÑA: LOS SULFATOS Y SU VERDADERA CARA

El segundo gran culpable en esta historia es el tipo de jabón que utilizamos. Durante décadas, la industria cosmética nos ha convencido de que una gran cantidad de espuma es sinónimo de una limpieza profunda y eficaz. Sin embargo, esta espuma exuberante suele ser producida por agentes tensioactivos bastante agresivos, principalmente los sulfatos como el Lauril Sulfato de Sodio (SLS) o el Laureth Sulfato de Sodio (SLES). Estos componentes son extremadamente eficientes eliminando la suciedad, pero no distinguen entre esta y los aceites naturales de la piel. El problema de duchando mal se agrava, ya que estos limpiadores potentes barren sin piedad el manto hidrolipídico que tanto nos cuesta proteger del agua caliente.
El uso continuado de geles de ducha con sulfatos provoca un efecto muy similar al del agua a alta temperatura, pero a nivel químico. Desequilibran el pH natural de la piel, que es ligeramente ácido, y alteran la microbiota cutánea, esa comunidad de microorganismos beneficiosos que también contribuyen a nuestra defensa. Una piel con el pH alterado y sin su flora bacteriana protectora es mucho más susceptible a la sequedad y la irritación. Por eso, optar por limpiadores suaves, sin sulfatos y con un pH fisiológico, conocidos como «syndet» (detergente sintético), es fundamental para cualquiera que sospeche que se está duchando mal. Estos productos, limpian de manera respetuosa sin comprometer la integridad de la barrera cutánea, preservando su equilibrio natural.