Felipe VI, desde su nacimiento, ha sido el centro de atención de una sociedad fascinada por los símbolos monárquicos. Su infancia, en apariencia impecable, siempre ha estado rodeada de un halo de protocolo, silencio institucional y una imagen cuidadosamente proyectada. Pero como en toda historia personal, hay matices que rara vez salen a la luz. Ahora, uno de esos detalles ha salido del baúl de los recuerdos escolares y ha generado sorpresa.
En una reciente entrevista televisiva, Ágatha Ruiz de la Prada, diseñadora y empresaria, reveló un detalle inédito sobre aquellos años de infancia que compartió con Felipe VI en el colegio Santa María de los Rosales. Lo que parecía una simple anécdota, se ha convertido en una revelación inesperada que muestra una nueva dimensión del actual monarca. Un niño que, pese a su posición, también arrastraba rutinas, dificultades y hasta cierta rebeldía silenciosa.
1Felipe VI, el niño que siempre llegaba tarde

Durante la entrevista, Ágatha recordó a Felipe VI como “el niño más guapo del colegio”, destacando sus inconfundibles ojos azules y su presencia magnética. Sin embargo, lo que más llamó la atención fue otra observación: “siempre llegaba tarde”. En un colegio como Santa María de los Rosales, donde la puntualidad era una norma férrea, esa costumbre resultaba, cuanto menos, llamativa. Más que una simple falta de disciplina, aquel hábito escondía una realidad más compleja.
Lejos de tacharlo de despreocupado o desobediente, Ruiz de la Prada ofreció una explicación más empática, pues según ella, la llegada de Felipe VI al colegio no era como la del resto de sus compañeros. Iba acompañado por la reina Sofía, escoltado, con un protocolo de seguridad que ralentizaba su entrada. Esa logística cotidiana convertía cada mañana en una operación marcada por la protección, y no por la prisa infantil de llegar al aula. El resultado era una percepción de distancia, una barrera invisible entre el joven príncipe y el resto del alumnado.