Felipe VI, desde su nacimiento, ha sido el centro de atención de una sociedad fascinada por los símbolos monárquicos. Su infancia, en apariencia impecable, siempre ha estado rodeada de un halo de protocolo, silencio institucional y una imagen cuidadosamente proyectada. Pero como en toda historia personal, hay matices que rara vez salen a la luz. Ahora, uno de esos detalles ha salido del baúl de los recuerdos escolares y ha generado sorpresa.
En una reciente entrevista televisiva, Ágatha Ruiz de la Prada, diseñadora y empresaria, reveló un detalle inédito sobre aquellos años de infancia que compartió con Felipe VI en el colegio Santa María de los Rosales. Lo que parecía una simple anécdota, se ha convertido en una revelación inesperada que muestra una nueva dimensión del actual monarca. Un niño que, pese a su posición, también arrastraba rutinas, dificultades y hasta cierta rebeldía silenciosa.
2Un entorno controlado que marcó diferencias
Santa María de los Rosales no es una institución cualquiera. Fundada con un enfoque elitista, discreto y riguroso, ha sido el colegio de referencia para los hijos de familias poderosas. Allí, Felipe VI no era uno más, pues su rol como heredero lo condicionaba todo, desde su seguridad hasta su trato diario. Aunque compartía pupitre con otros alumnos influyentes, su rutina estaba llena de restricciones que, con el tiempo, marcaron su carácter reservado.
Esa distancia estructural, reforzada por las normas y la vigilancia constante, pudo alimentar esa imagen de alumno ejemplar pero inaccesible. En una etapa donde la socialización es clave, Felipe VI vivía en un mundo de protección que, paradójicamente, también podía traducirse en aislamiento. Lo que para otros era un colegio, para él era una extensión del palacio, ya que estaba vigilado, cronometrado y lleno de expectativas.
