Las cremas solares son un elemento indispensable en nuestro neceser en cuanto asoman los primeros rayos de sol con cierta intensidad, convirtiéndose en el producto estrella del verano y en un compañero fiel durante todo el año para los más precavidos. Los lineales de supermercados y farmacias se llenan de botes con promesas de protección infalible, factores de protección cada vez más altos y texturas para todos los gustos. Sin embargo, en esta marabunta de opciones, la elección parece infinita, pero una reciente advertencia de una experta farmacéutica ha puesto el foco en un detalle crucial que muchos pasamos por alto, un detalle que podría marcar la diferencia entre una piel protegida y una expuesta a un riesgo innecesario. Una alerta que no distingue entre marcas de lujo o de distribuidor y que se esconde a simple vista en la etiqueta.
La clave no reside en el precio ni en el prestigio de la marca, sino en el lenguaje que utilizan para vendernos sus beneficios. Estamos tan acostumbrados a fijarnos únicamente en el número del SPF que ignoramos el resto de la información, asumiendo que un número alto es sinónimo de protección total. Este consejo no busca generar alarmismo sin fundamento, sino empoderar al consumidor con conocimiento, permitiéndole tomar decisiones informadas lejos de reclamos publicitarios engañosos. Entender qué debemos buscar y, sobre todo, de qué debemos huir, es la verdadera barrera protectora contra el daño solar, un conocimiento que transforma nuestra compra de cremas solares en un acto de salud consciente y no en una lotería cosmética.
2UVA CONTRA UVB: EL ENEMIGO INVISIBLE QUE TU CREMA PODRÍA ESTAR IGNORANDO

Para entender la trampa de la «pantalla total», es vital comprender que existen dos tipos principales de radiación ultravioleta que dañan nuestra piel: la UVB y la UVA. El famoso SPF (Factor de Protección Solar) que vemos en grande en el bote, mide principalmente la protección contra los rayos UVB, los responsables directos de las quemaduras solares que enrojecen y duelen tras una exposición inadecuada. Es una medida importante, sin duda, pero deja fuera de la ecuación a un enemigo igual o más peligroso que actúa de forma silenciosa y constante.
Los rayos UVA, por su parte, no causan una quemadura tan evidente a corto plazo, pero su daño es profundo y acumulativo. Sin una protección UVA adecuada, estas radiaciones penetran profundamente en la dermis, acelerando el envejecimiento cutáneo, la aparición de manchas y, lo que es más grave, aumentando el riesgo de ciertos tipos de cáncer de piel. Por lo tanto, unas buenas cremas solares deben ofrecer una protección de «amplio espectro», es decir, que cubran eficazmente ambos tipos de radiación, algo que el término «pantalla total» no garantiza en absoluto y que a menudo enmascara una deficiente protección frente a los rayos UVA.