El ‘Machu Picchu español’ existe y se esconde en un rincón de Asturias que desafía toda expectativa, un lugar donde la historia y el paisaje se funden en un abrazo milenario. Lejos de las rutas trilladas y del bullicio turístico, el Poblado de La Cobertoria emerge como un secreto susurrado por el viento entre las cumbres de la Sierra del Aramo. No es una simple colección de piedras antiguas, sino el esqueleto de una comunidad que habitó este balcón natural hace más de mil años, un enclave que habla de un pasado remoto y majestuoso y que ahora se revela como uno de los tesoros ocultos más fascinantes del norte de España.
Este yacimiento prerrománico, a menudo eclipsado por otras joyas monumentales de la región, ofrece una recompensa única a quienes se aventuran a descubrirlo. El viaje para llegar hasta él es ya parte de la experiencia, una ascensión que nos aleja del presente y nos prepara para un encuentro con la esencia más pura del Principado. Aquí, el silencio solo es roto por el sonido de la naturaleza y la imaginación se dispara, reconstruyendo la vida en estas cabañas de piedra con vistas al infinito, una experiencia que conecta directamente con la esencia indómita de la región y que redefine lo que significa explorar el patrimonio de Asturias.
EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE LOS VALLES ASTURIANOS
En el concejo de Lena, a un paso del cielo y vigilando los valles, se encuentra el Poblado de La Cobertoria, un yacimiento que ha permanecido durante siglos como un enigma para muchos. A pesar de su inmenso valor histórico y paisajístico, no figura en las portadas de las grandes guías de viaje, lo que le ha permitido conservar un aura de autenticidad casi imposible de encontrar en otros lugares.
Se trata de un conjunto de ruinas de la Alta Edad Media, un yacimiento que ha permanecido a la sombra de otros gigantes culturales de la región, como el prerrománico del Naranco o los Picos de Europa, pero que no tiene nada que envidiarles en cuanto a impacto y belleza. La magia de este lugar reside precisamente en su discreción, en ser un tesoro que exige un pequeño esfuerzo para ser desvelado.
Este relativo anonimato ha sido, paradójicamente, su mejor protección. Al no sufrir la presión del turismo masivo, el entorno se mantiene prácticamente virgen, permitiendo que el visitante sienta una conexión genuina con el pasado y con el imponente marco natural que lo acoge. Es uno de esos rincones de Asturias donde el tiempo parece haberse detenido, su aislamiento ha sido su mejor guardián, preservando su atmósfera casi intacta y ofreciendo una ventana directa a la vida de las comunidades montañesas que forjaron el carácter de esta tierra. Descubrirlo es como encontrar una página perdida de la historia, una que narra una epopeya de supervivencia y dominio del territorio en uno de los parajes más espectaculares de la cordillera Cantábrica.
VIAJE EN EL TIEMPO: ¿QUIÉNES CONSTRUYERON ESTA JOYA PRERROMÁNICA?
Las investigaciones arqueológicas sitúan el origen de este asentamiento en la Alta Edad Media, entre los siglos IX y X, en pleno apogeo del Reino de Asturias. Las estructuras que se conservan, los cimientos de varias cabañas de planta rectangular y circular, nos hablan de una comunidad organizada y perfectamente adaptada a las duras condiciones de la montaña.
No eran simples refugios pastoriles, sino un núcleo poblacional estable y de cierta importancia, los restos que hoy contemplamos son el eco de una comunidad organizada que dominaba el paso entre la Meseta y el Cantábrico. Su estratégica ubicación en el Alto de la Cobertoria, una vía de comunicación fundamental desde tiempos inmemoriales, sugiere una función que iba más allá de la mera subsistencia.
La finalidad exacta del poblado sigue siendo objeto de debate entre los historiadores, lo que añade una capa de misterio a la visita. Pudo ser un destacamento militar destinado a vigilar el paso, un centro administrativo o fiscal para controlar el tránsito de mercancías y personas, o incluso un asentamiento ligado a la cercana iglesia de Santa Cristina de Lena, joya del prerrománico asturiano. Probablemente fue una combinación de todo ello, un punto de control estratégico y, posiblemente, un centro de poder local en una época de fronteras cambiantes y de consolidación del reino. Cada piedra de La Cobertoria es un testigo mudo de esa época convulsa y fascinante que definió la historia de España.
ASTURIAS MÁS ALLÁ DE LAS RUINAS: UN PAISAJE QUE CORTA LA RESPIRACIÓN
La comparación con Machu Picchu, aunque atrevida, no es del todo descabellada si nos centramos en la espectacularidad de su emplazamiento. El poblado se asienta en una ladera que ofrece unas vistas panorámicas sobrecogedoras de la Sierra del Aramo y los valles circundantes, un lienzo natural de un dramatismo abrumador. Es aquí donde la experiencia trasciende lo puramente arqueológico, la simbiosis entre la piedra trabajada por el hombre y la grandiosidad de la naturaleza es absoluta, creando una estampa de una belleza difícil de describir con palabras. El entorno no es un mero telón de fondo; es el protagonista principal que da sentido y magnificencia a las ruinas.
Pasear entre los restos de las antiguas viviendas, con el único sonido del viento y la posible compañía de algún caballo asturcón, es una experiencia profundamente evocadora. El visitante puede sentir la dureza y, al mismo tiempo, la belleza de la vida en este lugar, imaginando a sus antiguos moradores observando el mismo paisaje hace más de mil años. Es un lugar que invita a la contemplación y a la introspección, una sensación de aislamiento y conexión que pocos lugares pueden ofrecer en el ajetreado mundo actual. La Cobertoria no solo se ve, se siente, y su recuerdo perdura mucho después de haber iniciado el descenso.
LA RUTA HACIA EL PASADO: GUÍA PARA EXPLORAR LA COBERTORIA
Llegar hasta este ‘Machu Picchu español’ es una pequeña aventura en sí misma que enriquece la visita. El acceso se realiza desde el Alto de la Cobertoria, un puerto de montaña que conecta los concejos de Lena y Quirós a través de la carretera AS-230. Una vez en el alto, hay que buscar una pista de tierra que parte junto a un área recreativa y seguirla a pie durante aproximadamente un kilómetro y medio.
Es un paseo sencillo, pero de una belleza inmensa, el propio camino forma parte de la aventura, ascendiendo por una carretera que serpentea entre paisajes de un verde intenso. Se recomienda llevar calzado cómodo y adecuado para caminar por terreno irregular, así como algo de abrigo, ya que el tiempo en la montaña de Asturias puede ser cambiante.
Una vez en el yacimiento, no hay paneles interpretativos excesivos ni rutas marcadas que encorseten la experiencia. La exploración es libre, lo que permite a cada visitante conectar con el lugar a su propio ritmo. Lo más importante es moverse con cuidado y respeto, recordando que estamos pisando un patrimonio frágil y de un valor incalculable. La visita invita a la calma, a la observación detallada y al respeto por un patrimonio frágil y de un valor incalculable, buscando los mejores ángulos para fotografiar la fusión de las ruinas con las montañas. La recompensa es una vivencia auténtica, alejada de las multitudes y en contacto directo con la historia y la naturaleza más pura de Asturias.
UNA EXPERIENCIA ÚNICA: POR QUÉ ESTE LUGAR TE CAMBIARÁ LA PERSPECTIVA
Visitar el Poblado de La Cobertoria es mucho más que hacer turismo; es un acto de descubrimiento que deja una huella profunda. En un mundo donde todo parece estar cartografiado y etiquetado, encontrar un lugar de esta magnitud y tan poco conocido genera una emoción especial, la del explorador que desvela un secreto. Este enclave de Asturias nos enseña que el valor de un lugar no siempre se mide por su fama, sino por las sensaciones que es capaz de provocar, ofrece una lección de humildad y una perspectiva diferente sobre el paso del tiempo y la tenacidad del ser humano para adaptarse a los entornos más exigentes.
Este rincón olvidado nos recuerda la inmensa riqueza patrimonial que todavía se esconde en la geografía española, esperando a ser redescubierta con una mirada curiosa y respetuosa. La Cobertoria no es un destino para consumir, sino para sentir y comprender. Es la prueba de que la aventura no requiere viajar al otro lado del mundo, sino saber mirar con atención a nuestro alrededor, un recordatorio de que los mayores tesoros no siempre están señalizados en los mapas turísticos convencionales y que la verdadera esencia de Asturias a menudo reside en estos silenciosos santuarios de piedra y viento.