sábado, 14 junio 2025

El flan de huevo que hacía tu abuela tenía un secreto. Te lo cuento para que a ti también te quede con ese caramelo perfecto y sin un solo poro

El flan de huevo que preparaban nuestras abuelas en sus cocinas de fogones lentos era mucho más que un simple postre, era una declaración de amor en forma de dulce. Aquella receta, transmitida de generación en generación como un tesoro familiar, parecía tener un componente mágico que hoy se nos escapa entre prisas y batidoras eléctricas. Recordamos su apariencia impecable, su color dorado y, sobre todo, esa textura sedosa que se deshacía en la boca sin rastro de los odiados poros, bañada en un caramelo líquido que nunca resultaba amargo. La búsqueda de esa perfección culinaria se ha convertido para muchos en una odisea, un reto que a menudo termina en una versión granulosa y decepcionante, muy alejada del recuerdo que atesoramos con tanto cariño en la memoria.

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Ese postre icónico de la gastronomía española, capaz de cerrar con broche de oro cualquier comida familiar, no esconde en realidad una fórmula inalcanzable. El secreto no reside en ingredientes exóticos ni en utensilios de alta cocina, sino en la técnica, el mimo y el respeto por los tiempos que nuestras mayores aplicaban con una sabiduría casi instintiva. Volver a ese origen, a ese ritual pausado, es la única vía para replicar el milagro. Desvelamos el proceso paso a paso, con todos los trucos necesarios para que ese flan de huevo casero vuelva a ser el protagonista indiscutible de tu mesa, con su superficie lisa como un espejo y un caramelo que invita a mojar pan. Prepárate para recuperar un sabor que creías perdido para siempre.

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A FUEGO LENTO Y CON PACIENCIA: LA DANZA DEL BAÑO MARÍA

Fuente: Freepik

La cocción es el otro momento crítico donde podemos triunfar o fracasar estrepitosamente. Un flan nunca debe cocerse con calor directo y agresivo. La única técnica válida para conseguir una cocción suave y homogénea es el baño maría. Este método de cocción asegura que el calor se distribuya de manera uniforme y suave, tratando la delicada mezcla de huevo con el mimo que necesita para cuajar lentamente sin sobresaltos. Para ello, colocaremos nuestra flanera, ya con la mezcla vertida sobre el caramelo, dentro de una fuente de horno más grande y alta. Verteremos agua caliente en la fuente grande hasta que cubra aproximadamente dos tercios de la altura del molde del flan.

Precalentaremos el horno a unos 160 o 170 grados centígrados, con calor arriba y abajo pero sin ventilador, ya que este tiende a resecar la superficie. Introducimos la bandeja con la flanera y la dejamos cocer durante aproximadamente una hora, aunque el tiempo puede variar según el horno y el tamaño del molde. Para saber si nuestro flan perfecto está listo, el truco infalible es agitarlo con suavidad, el centro debe moverse ligeramente como un todo al agitar el molde con suavidad, como si fuera un bloque de gelatina, pero sin que se vea líquido. Si clavamos la punta de un cuchillo, esta debe salir limpia, señal de que ha cuajado por completo.

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