La estafa por WhatsApp bajo el pretexto de un hijo en apuros, con el mensaje inicial de «Hola, soy tu hijo, he perdido el móvil», se ha convertido en una auténtica pesadilla para cientos de familias en España, un auténtico quebradero de cabeza que vacía bolsillos y destroza confianzas. No es solo un simple timo, sino una elaborada ingeniería social que explota uno de los lazos más sagrados y vulnerables: el amor incondicional de un padre o una madre hacia sus vástagos. Los ciberdelincuentes no descansan, y su creatividad para el mal no tiene límites, adaptando sus métodos a las nuevas tecnologías y a la velocidad de la comunicación instantánea, aprovechándose de la buena fe de las personas.
La urgencia que transmiten estos mensajes, la aparente necesidad inmediata de ayuda, es lo que empuja a muchas víctimas a actuar sin apenas reflexionar, sin la pausa necesaria para discernir si lo que se les presenta es real o un engaño. Este tipo de fraude no solo genera pérdidas económicas significativas, sino que también deja una profunda huella de angustia y frustración en quienes lo padecen, haciendo que se sientan vulnerables y traicionados por una de las herramientas de comunicación más utilizadas en su día a día. Es imperativo comprender la mecánica de esta amenaza para poder protegernos y proteger a nuestros seres queridos de caer en sus redes.
3EL CAMINO DEL DINERO: CÓMO LOS ESTAFADORES RECIBEN EL PAGO

Una vez que han conseguido el consentimiento de la víctima para enviar el dinero, los estafadores guían a los padres a través del proceso de transferencia de fondos, utilizando métodos que les permitan desaparecer sin dejar rastro y dificultar al máximo su identificación. Generalmente, solicitan una transferencia bancaria a una cuenta desconocida o, de forma más reciente, el uso de plataformas de pago instantáneo o aplicaciones de envío de dinero, que ofrecen mayor anonimato y rapidez en la disposición de los fondos. La insistencia en la inmediatez del pago es una característica constante, ya que cada minuto que pasa sin que se realice la operación aumenta el riesgo de que la víctima empiece a sospechar y descubra el engaño, cerrando así la ventana de oportunidad para los delincuentes.
Es frecuente que pidan que la transferencia se realice a nombres de terceros, a menudo «mulas» bancarias que ellos mismos han reclutado o engañado, lo que complica enormemente el rastreo del dinero por parte de las autoridades, una vez que la estafa por WhatsApp se ha consumado. También pueden instruir a la víctima para que les envíe códigos de tarjetas regalo o criptomonedas, formas de pago casi imposibles de recuperar una vez entregadas. La sofisticación en la recepción del dinero demuestra el estudio minucioso que realizan estos grupos criminales sobre las vías más rápidas y menos rastreables para hacerse con el botín, aprovechándose de la confianza y el desconocimiento tecnológico de sus víctimas.