La batería de tu móvil durando apenas unas horas es unó de esos quebraderos de cabeza modernos que nos sacan de quicio. Sales con el cien por cien y antes de que te des cuenta, el porcentaje se desploma a una velocidad de vértigo, dejándote colgado justo cuando más lo necesitas. Esa frustración, esa búsqueda desesperada de un enchufe, nos resulta ya demasiado familiar en nuestro día a día conectado.
Parece una maldición digital, un fallo inherente del dispositivo que se deteriora inexorablemente con el paso del tiempo y el uso continuado, llevándonos a pensar que la única solución viable es cambiar de terminal o resignarnos a vivir atados a un cable. Sin embargo, no siempre es culpa del hardware envejecido, o del simple paso del tiempo en sí mismo, que evidentemente tiene su efecto. El verdadero villano a menudo se esconde a plena vista en la pantalla de inicio, instalado en tu propio dispositivo, trabajando en la sombra sin descanso para agotar cada gota de energía disponible de forma silenciosa e insidiosa, dejando la batería de tu móvil exhausta sin que hagas un uso particularmente intensivo en ese instante preciso que te está fallando.
Esa sensación de pánico al ver el indicador en rojo, o la frustración de tener que cargar el teléfono varias veces al día, es algo que muchos vivimos a diario, aceptándolo como una realidad ineludible de la tecnología actual. Podríamos pensar que es la obsolescencia programada, que nuestro teléfono se ha quedado viejo o que simplemente los fabricantes no saben hacer baterías duraderas, pero la realidad suele ser bastante más simple y, a la vez, más insidiosa de lo que imaginamos en un primer momento. Hay aplicaciones, de esas que usas sin pensarlo porque son parte de tu rutina, o que simplemente tienes instaladas en tu dispositivo porque vinieron preconfiguradas o las descargaste hace tiempo y se quedaron ahí, consumiendo energía sin piedad en un segundo plano discreto pero constante. Y lo peor es que, probablemente, una de las culpables principales, responsable directa de que la batería de tu móvil no llegue ni a la hora de comer, está ahora mismo en tu pantalla principal, esperando a ser usada o, peor aún, trabajando en silencio sin que te des cuenta de su actividad frenética. El saber identificar estas apps es el primer paso para recuperar algo de autonomía.
2PERDIDO PERO SIN BATERÍA: EL PEAJE DEL GPS CONSTANTE

Las aplicaciones de navegación y mapas, como Google Maps o Waze, son herramientas absolutamente esenciales en nuestro día a día, imprescindibles para movernos por la ciudad o planificar viajes largos, pero también son famosas por ser auténticas devoradoras de energía. Mantener el GPS activo para triangular tu posición con los satélites y las torres de telefonía móvil, calcular rutas alternativas en tiempo real en función del tráfico y renderizar mapas complejos y detallados en la pantalla exige un esfuerzo considerable al procesador del teléfono y, sobre todo, a su principal fuente de energía. Esta demanda continua, especialmente intensa cuando la utilizas durante largos periodos de tiempo, castiga de forma severa la batería de tu móvil, reduciendo drásticamente su autonomía en cuestión de minutos u horas, haciendo que un viaje largo sin un cargador portátil o la conexión al coche sea una misión de alto riesgo para la carga restante.
Pero no solo las aplicaciones de mapas tradicionales y la navegación activa son las culpables dentro de esta categoría que abusa de los servicios de localización. Muchas otras aplicaciones, desde servicios de transporte y reparto a domicilio hasta ciertas utilidades aparentemente inocuas e incluso algunos juegos que requieren conocer tu ubicación, solicitan y a menudo mantienen acceso constante a tu ubicación en segundo plano. Si no revisas meticulosamente los permisos que otorgas a las apps tras instalarlas, estas pueden estar rastreándote continuamente para ofrecer servicios «personalizados» o mejorar sus datos internos, consumiendo recursos preciosos y mermando silenciosamente la batería de tu móvil sin que tú te des cuenta de que están activas en segundo plano, lo que representa una fuga silenciosa de energía que pasa totalmente desapercibida en el uso cotidiano del dispositivo, pero cuyo efecto acumulado es significativo a lo largo del día, acelerando la descarga de forma alarmante.