Los pensamientos malos y repetitivos son una de las formas más comunes de sufrimiento mental, aunque pocas veces se les da la atención que merecen. Pueden aparecer en cualquier momento del día, sin previo aviso, y quedarse rondando en la mente durante horas, incluso días. La sensación de no poder controlarlos genera ansiedad, frustración y, en algunos casos, tristeza profunda. Son como un bucle del que parece imposible salir, una trampa mental que consume energía y nos impide vivir con tranquilidad.
A menudo, quienes los padecen intentan reprimirlos o distraerse, pero eso solo consigue intensificarlos. Los psicólogos coinciden en que negarlos no es la solución. La buena noticia es que existe una técnica eficaz para romper ese ciclo y se llama detención del pensamiento. Una técnica que ha demostrado ser útil para recuperar el control mental, reconectar con el presente y reducir la carga emocional de esos pensamientos malos que tanto desgaste provocan.
1Los pensamientos malos no definen quién eres
Es importante entender que los pensamientos malos y repetitivos no son una señal de debilidad, ni mucho menos definen a la persona que los experimenta. Todos, en algún momento, hemos tenido ideas perturbadoras, pensamientos de fracaso, de culpa o incluso de temor extremo. Lo que marca la diferencia no es tenerlos, sino cómo los enfrentamos. Cuanto más luchamos por no pensar en algo, más poder le damos.
Aceptar que esos pensamientos malos forman parte de la experiencia humana puede ser el primer paso para empezar a desactivarlos. Reconocer su presencia, sin juzgar ni castigarse por tenerlos, permite reducir el impacto emocional que generan. La clave está en no identificarse con ellos, es decir, mantener claro que tú no eres tus pensamientos. Son solo eventos mentales, pasajeros, como nubes que cruzan el cielo.
