El veneno blanco que muchos temen identificar con el azúcar, tiene un primo hermano igual de insidioso, si no más. Hablamos de ese componente omnipresente en nuestra dieta diaria, ese invitado silencioso que se cuela en panes, pastas y dulces sin que apenas nos demos cuenta de su verdadero impacto. La alarma salta cuando los expertos en nutrición señalan con dedo acusador a algo tan básico y cotidiano, revelando que detrás de su aspecto inofensivo se esconde un daño grave y continuado para nuestro organismo.
Este adversario inesperado no se oculta en envases llamativos ni lleva etiquetas de advertencia visibles; reside en la propia base de muchos alimentos procesados que consumimos con ligereza. Sus efectos, lejos de ser inmediatos y evidentes como los de un atracón de dulces puro y duro, se manifiestan de forma progresiva y silenciosa, minando nuestra salud desde dentro. Es crucial entender de qué hablamos para poder protegernos de lo que parece un alimento y resulta ser, para muchos, un auténtico problema.
2LA MONTAÑA RUSA DEL AZÚCAR: EL ÍNDICE GLUCÉMICO DISPARADO

El principal problema de las harinas refinadas es su rapidísimo impacto en los niveles de glucosa en sangre, un efecto que se mide con el llamado índice glucémico. Al carecer de la fibra y otros componentes del grano integral, el almidón se digiere y absorbe de forma casi instantánea, provocando un pico elevado y abrupto de azúcar en la sangre. Este subidón es comparable al que se produce al consumir azúcar puro, generando una respuesta inmediata del páncreas que libera grandes cantidades de insulina para intentar normalizar los niveles de glucosa.
Este ciclo de picos de azúcar seguidos de bajadas bruscas, impulsado por el consumo constante de alimentos con este «veneno blanco», tiene consecuencias directas en nuestra energía y apetito. Poco después del subidón inicial, la acción de la insulina puede llevar a una hipoglucemia reactiva, es decir, una bajada excesiva del azúcar en sangre, dejándonos con sensación de fatiga, irritabilidad y, lo que es peor, con más hambre y antojo de más carbohidratos de rápida absorción. Se crea así un círculo vicioso que perpetúa el consumo de estos productos poco saludables y dificulta el control del peso y el bienestar general a lo largo del día.