Mira, después de tantos años en esto, uno aprende que hasta los hábitos más sencillos pueden esconder una ciencia que nos pasa desapercibida. Tomarse un café nada más levantarse es, para muchos, un ritual intocable, el pistoletazo de salida del día que promete espabilarte y ponerte en marcha, ese primer sorbo que te dice «ahora sí, estoy listo para lo que venga». Pero, ¿y si te dijera que ese gesto tan arraigado, ese acto casi reflejo antes de que el cerebro termine de encenderse del todo, podría ser, según los que saben de verdad, precisamente el peor momento para buscar el estímulo que buscas? La ciencia del rendimiento y la cronobiología tienen algo importante que decir al respecto, y no es precisamente lo que la mayoría quiere oír al amanecer.
Este hábito extendido por toda España y buena parte del mundo, beber café como si fuera el despertador líquido infalible, se enfrenta a las explicaciones de neurocientíficos que estudian cómo funcionan realmente nuestros ritmos internos y cómo sustancias como la cafeína interactúan con ellos. No se trata de demonizar la bebida, ni mucho menos, sus virtudes están más que probadas, sino de entender que nuestro cuerpo tiene su propia ‘agenda’ bioquímica al empezar el día, una agenda que, si la ignoramos o la boicoteamos sin querer con el momento exacto en que ingerimos esa taza humeante, podría estar haciendo que su efecto sea menos potente de lo que esperas, o incluso contraproducente a largo plazo. La clave está en el cortisol, una hormona con la que convivimos a diario y que tiene mucho que decir en esta historia mañanera que tantos protagonizan sin ser conscientes de su guion interno.
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Si tomar café justo al despertar no es lo ideal porque coincide con el pico de cortisol, la pregunta obvia es: ¿cuál es el momento perfecto para tomarlo y obtener el máximo beneficio de esa inyección de energía y concentración? La respuesta, según los expertos en cronobiología y neurociencia, se basa precisamente en entender el ciclo natural del cortisol a lo largo del día. Después del pico matutino que ocurre al despertar, los niveles de esta hormona comienzan a disminuir gradualmente a lo largo de la mañana y tienen otra bajada significativa a primera hora de la tarde, periodos en los que la alerta natural del cuerpo tiende a disminuir ligeramente.
Estos momentos de bajada natural en los niveles de cortisol son, paradójicamente, los ideales para introducir la cafeína. Al tomar tu café cuando tus niveles de cortisol están más bajos, entre el pico matutino y el de la tarde, o después de comer, estás aprovechando el efecto estimulante de la cafeína para ‘rellenar’ esa caída natural en la alerta, proporcionando un impulso justo cuando tu cuerpo más lo necesita o está menos activado por sí solo. Las ventanas óptimas suelen situarse entre las 9:30 y las 11:30 de la mañana, una vez pasado el primer pico de cortisol, y, si necesitas un segundo impulso, entre la 1:30 y las 3:00 de la tarde, después de la comida, cuando el cuerpo tiende a experimentar esa típica «pájara» o somnolencia post-prandial. Es en estos lapsos cuando el café actúa de forma más sinérgica, potenciando la alerta en momentos de bajada natural.