El norte de España, un lienzo de verdes intensos que se funden con el azul cambiante del mar Cantábrico, llama a la aventura, especialmente cuando llega el verano y los días se alargan invitando a explorar sus recovecos. Planificar una ruta en coche por el norte de España es una de esas ideas que rondan la cabeza de quienes buscan algo más que sol y playa; es sumergirse en paisajes de postal, gastronomía contundente y pueblos con alma marinera o sabor a historia medieval, un recorrido que alimenta el espíritu viajero con cada kilómetro.
Esta propuesta concreta, que conecta la hermosa Cantabria con la mística Galicia en apenas cinco días, está pensada para quienes desean una dosis intensa de belleza natural y cultural sin necesidad de largas vacaciones. No se trata de una carrera, sino de saborear cada etapa, desde la elegancia cántabra hasta la bravura atlántica gallega, descubriendo a cada paso por qué esta franja costera es uno de los mayores tesoros de la península, un viaje memorable para los sentidos.
EL VIAJE COMIENZA EN CANTABRIA, TIERRA DE MAR Y MONTAÑA
Iniciar una ruta por el norte de España en Cantabria es empezar con buen pie, sumergiéndose de lleno en la esencia verde y húmeda de la cornisa cantábrica. La diversidad de esta comunidad, capaz de ofrecer cumbres imponentes y playas salvajes casi sin solución de continuidad, la convierte en un punto de partida ideal para cualquier exploración por el norte, un aperitivo de lo que espera en los próximos días de viaje.
El primer día bien podría centrarse en Santillana del Mar, ese pueblo que «no es santo, ni llana, ni tiene mar», pero que conserva un conjunto histórico-artístico que te transporta varios siglos atrás. Recorrer sus calles empedradas, admirar las casonas blasonadas y visitar la Colegiata de Santa Juliana, un monumento que justifica por sí solo la parada, es una experiencia que marca el inicio de la ruta con un toque de distinción y tradición.
JOYAS ARQUITECTÓNICAS ASOMADAS AL CANTÁBRICO
Siguiendo la línea de costa, el siguiente destino que acapara todas las miradas, sin salir aún de Cantabria, es Comillas, un lugar donde la arquitectura modernista se da la mano con el paisaje cántabro de una forma singular. El Capricho de Gaudí, el Palacio de Sobrellano o la Universidad Pontificia son solo algunos ejemplos de las maravillas que aguardan, creando un ambiente cultural y visualmente estimulante que no deja indiferente a nadie que pase por allí.
Comillas ofrece una pausa diferente en el camino, con su playa y su puerto, perfectos para un paseo relajado o para contemplar el atardecer después de haber asimilado tanta belleza arquitectónica. La transición desde Santillana a Comillas, aunque corta, muestra otra faceta de Cantabria, una tierra que sabe combinar su rica historia con expresiones artísticas más audaces, demostrando su capacidad para sorprender en cada curva del camino.
DESCUBRIENDO EL ENCANTO MARINERO DE ASTURIAS
Cruzar la frontera hacia Asturias es entrar en el «Paraíso Natural», una comunidad que, aunque mantiene la esencia verde del norte, tiene su propio carácter, a menudo más agreste y con una profunda conexión con el mar y la mina. La ruta costera nos lleva irremediablemente a pueblos pesqueros que parecen colgar de los acantilados, manteniendo viva la tradición y ofreciendo estampas que son pura autenticidad del Cantábrico.
Uno de los imprescindibles en este tramo asturiano es Cudillero, sin duda uno de los pueblos más pintorescos de la costa cantábrica, con sus casas de colores escalonadas alrededor del puerto. Bajar hasta el anfiteatro que forma el pueblo y sentarse en una terraza a disfrutar de un buen pescado fresco o unas sidras, mientras se escucha el ir y venir de los barcos y las gaviotas, es uno de esos pequeños grandes placeres de este viaje, un contrapunto perfecto a la sofisticación de Comillas o la solemnidad de Santillana.
LA RUTA SIGUE ABRIÉNDOSE PASO HACIA EL OESTE
El viaje continúa hacia el oeste, y aunque Cudillero pueda ser el punto álgido en cuanto a pueblos pesqueros con encanto, la costa asturiana ofrece muchos otros rincones que merecen atención antes de poner rumbo a Galicia. Playas salvajes, miradores con vistas de infarto y pequeños núcleos rurales salpican la carretera, invitando a detenerse de forma espontánea para descubrir la belleza menos conocida del litoral, la que no sale en todas las postales pero se queda grabada en la retina.
Esta parte del recorrido, a menudo más solitaria, permite conectar con la naturaleza en estado puro, sentir la brisa marina en la cara y escuchar el sonido de las olas rompiendo contra las rocas. Es el tramo en el que el paisaje se vuelve, si cabe, más dramático, un preámbulo perfecto para la llegada a Galicia, donde la fuerza del Atlántico se manifestará en toda su magnitud y con un espectáculo natural sin igual en esta ruta que partió de Cantabria.
EL ESPECTÁCULO NATURAL DE LA PLAYA DE LAS CATEDRALES
El punto culminante de esta ruta de cinco días, y uno de los grandes iconos del norte de España, es la Playa de las Catedrales (Praia das Catedrais) en la provincia de Lugo, ya en Galicia. Llegar hasta aquí es presenciar cómo la erosión del viento y el mar han esculpido a lo largo de miles de años una serie de arcos y bóvedas rocosas que, durante la bajamar, permiten caminar entre ellos como si de una catedral al aire libre se tratase, una experiencia que requiere planificar la visita según las mareas y, en temporada alta, incluso reservar acceso.
El contraste entre la inmensidad de los acantilados y la delicadeza con la que el agua ha modelado la roca es fascinante, ofreciendo perspectivas únicas a cada paso entre los arcos. Es el broche de oro perfecto para esta intensa y maravillosa ruta que comenzó en la verde Cantabria, un recordatorio de la fuerza de la naturaleza y de la increíble diversidad de paisajes que atesora la costa norte española, un viaje que, sin duda, deja con ganas de más.