La forma en que nuestros cuerpos reaccionan a lo que comemos es un tema que, a pesar de la cantidad de información disponible, sigue siendo un misterio para muchos, especialmente cuando hablamos de procesos internos que nos están inflamando sin darnos apenas cuenta. Pensamos en el azúcar de mesa, en las grasas saturadas, quizás en el alcohol, como los villanos principales de nuestra dieta moderna, los que están detrás de ese malestar sutil o esos kilos de más que se resisten a marcharse. Sin embargo, la realidad es más compleja, y a menudo, el daño mayor viene de compuestos que se esconden a plena vista, disfrazados bajo nombres que no alertan de su potencial destructivo.
Hay un actor secundario en esta película de la dieta contemporánea, un «hijo secreto» del azúcar que ha colonizado sigilosamente estanterías y despensas, y que podría ser el responsable silencioso de una respuesta inflamatoria sistémica persistente en nuestro organismo. Su omnipresencia en productos que consumimos a diario, desde refrescos hasta salsas, pasando por bollería y yogures, lo convierte en un enemigo difícil de esquivar, un ingrediente barato y versátil que la industria adora pero cuyo impacto a largo plazo sobre nuestra salud metabólica y general apenas empezamos a comprender en toda su magnitud.
5EL ENGAÑO COTIDIANO: ¿CÓMO EVITAR AL «HIJO SECRETO» QUE TE ESTÁ INFLAMANDO?
El principal desafío para el consumidor medio es identificar y evitar el jarabe de maíz de alta fructosa. A menudo aparece en las etiquetas bajo nombres como «isoglucosa», «jarabe de glucosa-fructosa», o simplemente «jarabe de maíz», lo que puede llevar a confusión. Además, se encuentra en una sorprendente variedad de productos que no siempre asociaríamos con un alto contenido de azúcar, como panes, cereales de desayuno, aderezos para ensaladas, salsas de tomate, sopas enlatadas e incluso productos «saludables» bajos en grasa que compensan la falta de sabor añadiendo más edulcorantes, contribuyendo así a que el cuerpo siga inflamando en silencio.
La clave está en leer las etiquetas de los ingredientes con atención y priorizar alimentos frescos y mínimamente procesados. Elegir cocinar más en casa permite tener un control total sobre los ingredientes que se utilizan. Reducir drásticamente el consumo de bebidas azucaradas, que suelen ser las principales fuentes de JMAF, es uno de los pasos más efectivos. Al tomar conciencia de este «hijo secreto» del azúcar y del peligro que representa para nuestra salud, **especialmente por su capacidad para estar *inflamando* nuestro interior sin que lo sepamos,** podemos empezar a tomar decisiones informadas que protejan nuestro bienestar a largo plazo. El cuerpo no está inflamando por azar, a menudo hay un culpable detrás que no siempre es el obvio. La industria alimentaria juega un papel crucial, y la transparencia en el etiquetado es esencial para que el consumidor pueda evitar este edulcorante que parece estar inflamando a tantas personas. Reconocer que algo está inflamando en nuestro organismo es el primer paso para buscar soluciones. Estar inflamando de manera crónica no es normal, y entender las causas como el JMAF es fundamental. El debate sobre si el azúcar o el JMAF es peor a menudo distrae del hecho de que el exceso de fructosa de cualquier fuente, especialmente el JMAF, está inflamando nuestros sistemas metabólicos. Por eso, la conciencia y la prevención son nuestras mejores herramientas contra algo que nos está inflamando de forma insidiosa.