El flan de huevo es uno de esos postres que evocan la cocina de siempre, los domingos en familia o las tardes en casa de la abuela. Un clásico humilde en apariencia, pero con el potencial de convertirse en una auténtica delicia si se le presta la atención debida. Sin embargo, ¿cuántas veces nos hemos encontrado con un flan correcto, sí, pero lejos de la perfección sedosa y el sabor profundo que uno espera encontrar en un establecimiento de alta cocina? Hay un abismo entre el postre aceptable y aquel que arranca un suspiro de placer.
Esa búsqueda de la excelencia es lo que lleva a los cocineros, tanto profesionales como aficionados, a experimentar, a probar pequeñas variaciones que, a priori, podrían parecer insignificantes. Lo cierto es que, en la repostería, a menudo los detalles más sutiles son los que marcan la diferencia entre lo bueno y lo memorable. Existe un truco inesperado, centrado en el elemento más básico, pero crucial: el caramelo, que tiene la capacidad de transformar por completo la experiencia de degustar este postre tradicional, dotándolo de una complejidad y un brillo que lo hacen digno de los paladares más exigentes.
3LA SAL: EL TOQUE INESPERADO QUE DESPIERTA LOS SABORES DULCES

La idea de añadir sal a un postre puede sonar contraintuitiva para quienes no están familiarizados con las técnicas de repostería avanzada, pero es una práctica común y muy efectiva. La sal no solo realza los sabores, sino que, en el contexto de los dulces, actúa como un potenciador natural. Contrarresta el dulzor excesivo, evitando que resulte empalagoso, y permite que otros matices de sabor, como los lácteos o la vainilla en el flan de huevo, brillen con más intensidad. No se trata de hacer un caramelo salado al estilo de los bombones, sino de incorporar una pequeña cantidad estratégica que trabaje en segundo plano.
El tipo de sal utilizado también es importante. Mientras que la sal fina de mesa cumple su función, las escamas de sal, como la sal Maldon o la Flor de Sal, ofrecen una pureza y una textura que las hacen ideales para este propósito. Añadir estas escamas al caramelo justo antes de verterlo no solo asegura una distribución sutil, sino que su estructura cristalina se disuelve lentamente, liberando el toque salino de forma controlada. una pizca de buena sal es capaz de transformar un sabor unidimensional en una experiencia multifacética, añadiendo profundidad y sofisticación a algo tan familiar como el flan de huevo casero.