El flan de huevo es uno de esos postres que evocan la cocina de siempre, los domingos en familia o las tardes en casa de la abuela. Un clásico humilde en apariencia, pero con el potencial de convertirse en una auténtica delicia si se le presta la atención debida. Sin embargo, ¿cuántas veces nos hemos encontrado con un flan correcto, sí, pero lejos de la perfección sedosa y el sabor profundo que uno espera encontrar en un establecimiento de alta cocina? Hay un abismo entre el postre aceptable y aquel que arranca un suspiro de placer.
Esa búsqueda de la excelencia es lo que lleva a los cocineros, tanto profesionales como aficionados, a experimentar, a probar pequeñas variaciones que, a priori, podrían parecer insignificantes. Lo cierto es que, en la repostería, a menudo los detalles más sutiles son los que marcan la diferencia entre lo bueno y lo memorable. Existe un truco inesperado, centrado en el elemento más básico, pero crucial: el caramelo, que tiene la capacidad de transformar por completo la experiencia de degustar este postre tradicional, dotándolo de una complejidad y un brillo que lo hacen digno de los paladares más exigentes.
4CÓMO APLICAR EL TRUCO DEL CARAMELO SALADO PERFECTO

La técnica para incorporar la sal al caramelo es sorprendentemente sencilla, pero requiere precisión en el tiempo. Una vez que el azúcar (con o sin agua) ha alcanzado ese punto dorado deseado, justo antes de que empiece a quemarse y amargar en exceso, se retira del fuego. Es en ese instante, con el caramelo aún muy caliente y fluido, cuando se añaden las escamas de sal. La cantidad es clave: no debe ser tanta como para que el caramelo sepa salado, sino la justa para que se perciba un contrapunto que equilibre el dulzor intenso y realce los demás sabores. Una o dos buenas pizcas para un molde mediano suelen ser suficientes, pero la cantidad exacta dependerá del gusto personal y del tamaño del flan.
Una vez añadida la sal, no se debe remover vigorosamente, ya que esto podría favorecer la cristalización del azúcar. Basta con inclinar ligeramente el cazo para que las escamas se distribuyan o dar un suave movimiento de muñeca. Acto seguido, sin demora, el caramelo salado debe verterse con cuidado en el fondo de la flanera o los moldes individuales, asegurándose de que cubra bien la base y, si se desea, los laterales. la rápida actuación en este punto es crucial para evitar que el caramelo se enfríe y solidifique antes de ser distribuido uniformemente por el molde, garantizando que esa capa mágica esté lista para recibir la mezcla del flan de huevo y aportar su toque único.