El bajón de energía que suele golpearnos tras la comida es casi un rito de paso en la jornada, un enemigo invisible que acecha con la promesa de descanso pero a menudo deja una sensación de derrota. Es ese momento en que los párpados pesan, la concentración se desmorona y la única solución que parece viable es echar una cabezadita, una siesta que, si no se maneja con astucia, puede convertirse en una trampa. Todos hemos experimentado esa tentación irrefrenable de cerrar los ojos, buscando un alivio rápido a la fatiga que nubla el pensamiento y ralentiza cada movimiento.
Lo frustrante viene después, ese despertar aturdido, como si el cerebro estuviera cubierto por una densa niebla que tarda en disiparse, un estado peor que el cansancio original. Esa sensación de «resaca de siesta» es lo que ha dado mala fama a un hábito que, bien aplicado, puede ser una herramienta potentísima para revitalizar cuerpo y mente. Pero, ¿cuál es el secreto para evitar esa pesadez y levantarse como nuevo, listo para afrontar la tarde con renovada energía?
2LA TENTACIÓN DE DORMIR DE MAS Y EL DESPERTAR PESADO

El gran peligro de dejarse llevar por el cansancio es ceder a la tentación de alargar la siesta más allá de lo recomendable, adentrándose sin quererlo en fases del sueño profundo de las que es difícil salir airoso. Parece lógico pensar que cuanto más tiempo durmamos, más descansados estaremos, pero la realidad, al menos con las siestas cortas, es tozuda y demuestra justo lo contrario. Ese sueño pesado que se adueña de nosotros a los pocos minutos es precisamente el responsable de esa sensación de torpeza mental y desorientación al abrir los ojos.
Muchos renuncian directamente a la siesta por miedo a experimentar esa desagradable «resaca», prefieren arrastrar el cansancio de la tarde antes que arriesgarse a sentirse peor. Esta aversión está justificada por experiencias pasadas, por siestas que, en lugar de revitalizar, han robado horas de claridad mental y han dejado un rastro de apatía que tarda en desaparecer. Sin embargo, existe un camino intermedio, una manera de aprovechar el poder restaurador del descanso sin sufrir sus efectos secundarios.