viernes, 20 junio 2025

Estás abriendo mal los yogures y tirando a la basura su parte más saludable en proteínas y probióticos

Desde hace años, al abrir esos envases individuales de yogures que pueblan nuestras neveras, muchos de nosotros hemos desarrollado un gesto casi instintivo: inclinar el recipiente, retirar con cuidado la tapa de aluminio y, si aparece, verter ese líquido translúcido que flota sobre la masa láctea. Lo vemos como una especie de suero residual, una imperfección del proceso, algo que sobra y que, para qué engañarnos, resulta poco apetitoso a simple vista. Pero, ¿y si ese gesto tan común, tan mecánico, nos estuviera privando de la esencia misma de lo que buscamos al consumir este producto?

Publicidad

Ese «agua» que descartamos con tanta ligereza no es, ni mucho menos, simple líquido aguado sin valor. Detrás de esa capa superficial se esconde una concentración de nutrientes y elementos esenciales que, irónicamente, son precisamente los que hacen que los yogures sean tan recomendables para nuestra dieta diaria, una pequeña mina de oro nutricional que la mayoría ignora o directamente desecha. Hemos sido educados, quizá sin darnos cuenta, para valorar solo la parte sólida, la crema, olvidando que en ese suero se encuentra una parte fundamental de su perfil saludable y beneficioso. Es hora de replantearnos cómo interactuamos con nuestro desayuno o merienda favorito.

1
EL ERROR UNIVERSAL AL ABRIR EL TESORO LÁCTEO

YouTube video

La rutina es la misma en millones de hogares españoles cada mañana o a la hora de la merienda. Cogemos uno de esos omnipresentes envases de plástico o cristal, retiramos el cartón exterior si lo tiene, y nos preparamos para abrirlo. La mayoría, ante la aparición de ese suero que suele acumularse en la parte superior tras el transporte o el reposo, lo tira sin pensarlo dos veces, creyendo que así mejorará la textura del producto principal o simplemente por una cuestión estética. Es un acto reflejo, una costumbre heredada o aprendida visualmente, que sin embargo nos priva de lo más valioso.

Este gesto, aparentemente inocuo, tiene consecuencias directas en el valor nutricional de lo que acabamos comiendo. Al eliminar ese líquido, estamos decantándonos por la parte más densa y, a menudo, menos concentrada en esos componentes que distinguen a los yogures de otros lácteos fermentados, diluyendo así, literalmente, los beneficios que nos prometen las etiquetas y los expertos en nutrición cuando recomiendan su consumo regular. Es como si al servirnos un zumo de naranja natural, quitáramos la pulpa.

Atrás
Publicidad
Publicidad