Las hormonas pueden cambiar al empezar el día con un desayuno aparentemente “normal” pero que a la final puede no ser tan inocente como parece. Lo que elegimos para romper el ayuno nocturno influye mucho más allá de la energía inmediata; afecta directamente al equilibrio hormonal. Y aunque muchas personas creen estar tomando decisiones saludables, hay un error frecuente que podría estar saboteando en silencio el funcionamiento de sus hormonas, día tras día.
Las hormonas son mensajeros bioquímicos que regulan desde el estado de ánimo hasta el metabolismo, el apetito o el descanso. Cuando están en equilibrio, el cuerpo funciona con fluidez. Pero basta con una rutina alimenticia poco acertada para comenzar a alterarlas. Uno de los momentos más sensibles para su activación es el desayuno, y lo que muchos ignoran es que ese bol de cereales azucarados, ese café con leche y pan blanco, o incluso saltarse la comida por completo, puede estar alterando un delicado sistema que condiciona toda la jornada.
1Las hormonas necesitan estabilidad desde primera hora
Las hormonas responden a los niveles de glucosa en sangre, y por eso lo que ingerimos al despertar es clave. Tener desayunos con un alto índice glucémico, ricos en azúcares simples y harinas refinadas, generan picos rápidos de glucosa, seguidos de caídas abruptas. Esta montaña rusa obliga al cuerpo a liberar más insulina y cortisol, lo que puede llevar al desajuste hormonal si se repite cada día.
Comenzar la jornada con alimentos procesados o excesivamente dulces no solo desequilibra las hormonas de la saciedad, como la leptina o la grelina, sino que también afecta al estado de ánimo. El cortisol, la conocida “hormona del estrés”, se eleva cuando el cuerpo percibe inestabilidad energética, desencadenando ansiedad, irritabilidad y fatiga. Por eso, un desayuno mal planteado puede tener consecuencias emocionales, más allá de lo físico.
