El rendimiento físico es una prioridad para quienes practican deporte, ya sea de forma profesional o como parte de una rutina saludable. Normalmente, al hablar de mejorar la fuerza, la resistencia o la capacidad de recuperación, se suele pensar en proteínas y carbohidratos. Sin embargo, hay un tercer componente que muchos pasan por alto y que podría estar marcando la diferencia sin que lo sepas: las grasas saludables.
Este nutriente, que durante décadas ha sido injustamente demonizado, está empezando a recuperar su lugar en las conversaciones sobre salud y deporte. Diversos estudios respaldan su papel esencial no solo en la producción de energía sostenida, sino también en el equilibrio hormonal, la función cerebral y el control de la inflamación. Ignorarlas no solo limita el progreso físico, sino que puede estar comprometiendo la salud a largo plazo.
1El rendimiento físico necesita más que solo proteínas

El rendimiento físico depende de una combinación de factores, y reducir todo a proteínas y carbohidratos es una simplificación que puede llevar a errores. Las grasas saludables, especialmente los ácidos grasos omega-3 y omega-9, tienen un impacto profundo en el organismo. Ayudan a disminuir la inflamación provocada por el ejercicio intenso, favorecen una mejor circulación sanguínea y protegen la estructura de las células musculares.
Además, el rendimiento físico está muy relacionado con el equilibrio hormonal. Las hormonas clave para el desarrollo muscular, la recuperación y el manejo del estrés, como la testosterona y el cortisol, requieren grasas para sintetizarse correctamente. Una dieta demasiado baja en este macronutriente puede descompensar el sistema endocrino y perjudicar la evolución del entrenamiento.