Pues sí, el pan congelado, ese compañero fiel de muchas mañanas y meriendas, omnipresente en supermercados y panaderías que se anuncian como «recién hecho», parece inofensivo, incluso una bendición para quienes no tienen tiempo de pasar por una tahona tradicional. Pero, ¿y si esa comodidad tuviera un precio oculto para nuestra salud a largo plazo, algo que un nutricionista experimentado nos advertiría con seriedad? La respuesta, por sorprendente que parezca para un alimento tan básico, podría estar más cerca de lo que pensamos y afectarnos de maneras que no imaginábamos.
La advertencia de un experto en nutrición sobre evitar este tipo de pan si no quieres «quitarte años de vida alimentar a tus bacterias» suena alarmante y, a primera vista, desproporcionada para algo tan cotidiano. Sin embargo, detrás de esa frase contundente hay una explicación fundamentada en cómo se produce este alimento a escala industrial y qué impacto tiene ese proceso, aparentemente inocuo, en nuestro organismo, especialmente en ese universo microbiano que habita en nuestro intestino y que juega un papel crucial en nuestra bienestar general. Desentrañar este misterio es fundamental para tomar decisiones informadas sobre lo que ponemos en nuestro plato.
2UN EJÉRCITO MICROBIANO INVITADO A UN BANQUETE POCO SALUDABLE

Cuando un nutricionista habla de «alimentar a tus bacterias» en un contexto negativo al referirse al pan congelado, no se refiere a las bacterias buenas que queremos fomentar, sino a aquellas que, en exceso, pueden causar problemas. El proceso rápido del pan industrial deja intactos muchos compuestos que una fermentación lenta descompondría, como ciertos almidones o FODMAPs (oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables), que llegan al intestino grueso sin digerir.
Estos compuestos sin procesar son el alimento perfecto para ciertas bacterias intestinales, algunas de las cuales pueden producir gases en exceso (causando hinchazón y molestias) o generar subproductos metabólicos que se asocian con inflamación. De esta forma, consumir pan congelado de forma habitual puede contribuir a un desequilibrio en la microbiota intestinal, conocido como disbiosis, un estado que cada vez más estudios vinculan con una amplia gama de problemas de salud que van desde trastornos digestivos funcionales hasta implicaciones en el sistema inmune y el estado de ánimo.