El nombramiento de Pedro Olloqui como director general de Cultura del Gobierno de Aragón en 2023 fue una de las decisiones más sorprendentes del Ejecutivo liderado por Jorge Azcón. La elección generó un fuerte revuelo político y mediático, tanto por el perfil ideológico del nuevo alto cargo como por el contexto político en el que se produjo: un gobierno de coalición formado por el Partido Popular y Vox.
Olloqui, con una dilatada trayectoria en Izquierda Unida y conocido por su militancia en el Partido Comunista de Aragón, fue designado para un cargo cuya línea política se situaba en las antípodas de sus antiguos posicionamientos ideológicos.
Esta contradicción fue el eje central de las críticas vertidas desde distintos sectores, tanto de la izquierda como desde voces dentro del propio entorno conservador. El nombramiento se encuadró, según el relato oficial, dentro del intento del Ejecutivo de Azcón de formar un gobierno de «amplia base y transversalidad» desde una perspectiva de centro-derecha.
Sin embargo, la incorporación de un exdirigente comunista para gestionar las políticas culturales de un gobierno PP-Vox resultó, como mínimo, chocante para muchos. La sorpresa fue mayor al ubicarse esta Dirección General de Cultura en la Consejería de Presidencia e Interior, cuando tradicionalmente se había situado en el ámbito de Educación.
Más aún, Olloqui tuvo que compartir consejería con Esmeralda Pastor, otra directora general nombrada por Vox y conocida por su discurso nostálgico del franquismo. La convivencia de ambos en la misma estructura de gobierno fue vista por algunos como una paradoja extrema.
TRAYECTORIA
Pedro Olloqui había desempeñado un papel relevante en la política aragonesa desde finales de los años 90. En 1999 fue elegido por el Partido Comunista para formar parte del Consejo Social de la Universidad de Zaragoza, en representación del Gobierno socialista de Marcelino Iglesias.
Más adelante, en 2002, fue nombrado gerente de la Oficina de Cooperación al Desarrollo y, en 2003, consejero de la CARTV (Corporación Aragonesa de Radio y Televisión) por parte de Izquierda Unida.
En 2009, Iglesias lo volvió a colocar como gerente de la Fundación Montañana Medieval, una entidad que combinaba apoyo institucional y privado. También participó en el Grupo Progea, una promotora inmobiliaria afín a IU, que terminó en concurso de acreedores con una deuda de más de 150 millones de euros.

Con los años, Olloqui dio el salto al sector audiovisual, entrando en el Grupo Henneo (antiguo Grupo Heraldo). Presidió la productora Factoría Plural, encargada de gran parte del contenido de Aragón Televisión, y fue vicepresidente de la Academia de Televisión.
Con esta experiencia a cuestas, en 2023 asumió la responsabilidad de gestionar la política cultural de Aragón en un gobierno alineado con el ideario de la derecha más conservadora, con objetivos como la promoción de la tauromaquia, la exaltación de la Corona de Aragón como parte de la historia de España y la defensa del patrimonio religioso como seña de identidad aragonesa.
REACCIONES DE LA VIEJA GUARDIA
Las reacciones al nombramiento fueron intensas. Excompañeros de militancia como Juan Manuel Aragüés se manifestaron con dureza, señalando que el paso de Olloqui de «número dos» del Partido Comunista a alto cargo en un gobierno con Vox no les sorprendía, porque «los trepas no lloran, los trepas facturan». En redes sociales y columnas de opinión, Aragüés llegó a calificarlo como «la persona más deshonesta» que había conocido en política.
Juan Perpiñá, otro veterano comunista, fue aún más ácido en su análisis, llamándolo «pillo redomado» y recordando episodios de su pasado político y empresarial para ilustrar lo que, según él, era un patrón de conducta oportunista.
NUEVOS TIEMPOS
La figura de Pedro Olloqui se convirtió así en un símbolo incómodo de las nuevas dinámicas políticas: fluidas, impredecibles y donde la ideología parece quedar subordinada a la oportunidad.
Su paso del comunismo a un cargo cultural bajo un gobierno de PP y Vox ha sido interpretado por muchos como el ejemplo perfecto del pragmatismo extremo. Para algunos sectores conservadores, su experiencia en gestión cultural podía ser un activo, independientemente de su pasado. Para la izquierda, en cambio, ha representado una traición ideológica difícil de justificar.