La OCU ha vuelto a poner el dedo en la llaga, esta vez apuntando directamente a esa creciente marea de productos etiquetados como “libres de” que inundan los lineales de nuestros supermercados y que, para muchos, se han convertido en sinónimo de una alimentación más saludable. Pero, ¿es oro todo lo que reluce bajo ese atractivo sello “sin”? La Organización de Consumidores y Usuarios ha desgranado la letra pequeña de estos alimentos, y sus conclusiones invitan, cuanto menos, a una reflexión profunda antes de llenar la cesta de la compra con artículos que prometen más de lo que a veces ofrecen, especialmente para quienes no padecen intolerancias reales.
El auge de los productos sin gluten, sin lactosa o sin azúcares añadidos es innegable, respondiendo a una demanda cada vez mayor por parte de consumidores preocupados por su bienestar, pero también, y aquí es donde la OCU enciende las alarmas, a estrategias de marketing muy bien orquestadas. La cuestión de fondo no es si estos productos son necesarios para ciertos colectivos, que lo son indudablemente, sino si aportan un beneficio real al grueso de la población o si, por el contrario, estamos pagando un sobreprecio por una supuesta virtud que no siempre se traduce en una mejora nutricional tangible para todos.
EL SELLO «LIBRE DE»: ¿SALUD REAL O ETIQUETA DORADA POR LA OCU?
La proliferación de envases que lucen orgullosos reclamos como «sin gluten», «sin lactosa», «sin azúcar añadido» o incluso «sin palma» ha creado una suerte de categoría premium en la mente de muchos consumidores, que asocian automáticamente estas leyendas con una opción inherentemente más sana. Sin embargo, la OCU nos recuerda que un producto «libre de» un determinado componente no lo convierte de forma automática en un adalid de la nutrición, ya que su calidad global dependerá de su composición completa y no solo de la ausencia de ese ingrediente específico que se destaca en el frontal del paquete. A menudo, la eliminación de un elemento puede llevar a la adición de otros para compensar sabor o textura.
Esta percepción, fomentada en gran medida por campañas publicitarias muy efectivas, lleva a muchos a elegir estos productos sin una necesidad médica real, convencidos de que están invirtiendo en su salud, cuando en realidad podrían estar simplemente pagando más por algo que no les aporta un beneficio diferencial significativo. La OCU subraya la importancia de mirar más allá del titular del envase, profundizando en la lista de ingredientes y en la tabla nutricional para tomar decisiones informadas y no caer en la trampa de lo que podría ser, en muchos casos, puro marketing alimentario bien diseñado para atraer al consumidor preocupado.
SIN GLUTEN PERO NO SIEMPRE MÁS SANO: LA LUPA DE LA OCU SOBRE LA MESA
El caso de los alimentos «sin gluten» es particularmente paradigmático y ha sido objeto de análisis detallados por parte de la OCU. Para las personas con enfermedad celíaca o sensibilidad al gluten no celíaca, estos productos no son una opción, sino una necesidad imperiosa para mantener su salud. No obstante, la moda «gluten-free» se ha extendido de forma masiva entre la población general, que a menudo los consume creyendo que son más ligeros, digestivos o incluso que ayudan a adelgazar, creencias que no siempre se sustentan en la evidencia científica para quienes no tienen problemas con esta proteína.
Los estudios comparativos de la OCU han revelado en diversas ocasiones que muchos productos sin gluten, lejos de ser nutricionalmente superiores, pueden presentar desequilibrios, como un mayor contenido en grasas, especialmente saturadas, o azúcares, utilizados para mejorar su sabor y textura tras la eliminación del gluten. Además, suelen ser significativamente más caros que sus homólogos convencionales, lo que supone un desembolso extra que, para la mayoría de la población, no se traduce en un beneficio tangible para su salud. Es crucial diferenciar la necesidad médica de la tendencia pasajera.
LACTOSA CERO, ¿BENEFICIO CERO PARA LA MAYORÍA? EL VEREDICTO DE LA OCU
Algo similar ocurre con la avalancha de productos «sin lactosa», una categoría que ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años, con la OCU siguiendo de cerca esta evolución. Para los intolerantes a la lactosa, que carecen de la enzima lactasa necesaria para digerir el azúcar natural de la leche, estos alimentos son una bendición que les permite consumir lácteos sin sufrir molestias digestivas. Sin embargo, un porcentaje considerable de quienes optan por estos productos no son realmente intolerantes, sino que lo hacen por una percepción de que son más «saludables» o «ligeros».
La realidad, como apunta la OCU en sus informes, es que la leche y los productos lácteos sin lactosa no son nutricionalmente superiores a los convencionales para quienes toleran bien este azúcar. El proceso para eliminar o descomponer la lactosa no añade ni quita otros nutrientes esenciales como el calcio o las proteínas, pero sí suele implicar un precio de venta al público notablemente más elevado. Por tanto, salvo prescripción médica o diagnóstico confirmado de intolerancia, el consumo de estos productos por parte de la población general no aporta ventajas nutricionales que justifiquen su mayor coste.
AZÚCARES BAJO LA LUPA DE LA OCU: ¿MENOS ES MÁS O SOLO UN RECLAMO?
La preocupación por el consumo excesivo de azúcar y su impacto en la salud ha disparado la popularidad de los alimentos «sin azúcares añadidos», «0% azúcares» o «bajos en azúcar», una tendencia que la OCU analiza con detenimiento. Reducir la ingesta de azúcares libres es, sin duda, una recomendación sanitaria fundamental, pero es importante entender qué se esconde realmente detrás de estas etiquetas y si la alternativa que se ofrece es verdaderamente más saludable en todos los casos. A veces, la reducción de azúcar se compensa con otros ingredientes que no son ideales.
La OCU advierte que muchos de estos productos, si bien eliminan o reducen los azúcares añadidos, pueden seguir conteniendo los azúcares naturalmente presentes en sus ingredientes (como en los zumos de frutas o lácteos) o, lo que es más frecuente, recurrir a edulcorantes artificiales o polialcoholes para mantener el dulzor. Si bien estos sustitutos pueden ser útiles para controlar el aporte calórico o para personas diabéticas, su consumo excesivo también puede tener efectos laxantes o generar un debate sobre sus efectos a largo plazo, por lo que no deben considerarse una carta blanca para un consumo ilimitado.
COMPRAR CON CABEZA: LOS CONSEJOS DE LA OCU ANTE EL ALUD «LIBRE DE»
Ante este panorama donde el marketing a menudo se disfraza de preocupación por la salud, la OCU insiste en una herramienta fundamental que todos tenemos a nuestro alcance: la información y el espíritu crítico. Leer detenidamente las etiquetas, comparando no solo los reclamos del frontal sino también la lista completa de ingredientes y la tabla de información nutricional, es el primer paso para tomar decisiones de compra verdaderamente conscientes y adaptadas a nuestras necesidades reales, y no a modas o percepciones infundadas.
La conclusión principal que se desprende de los análisis de la OCU es clara: los alimentos «libres de» son imprescindibles y beneficiosos para las personas con intolerancias o alergias diagnosticadas, o para aquellas que, por razones médicas específicas, deben evitar ciertos componentes. Sin embargo, para el resto de la población, su consumo no suele aportar ventajas nutricionales significativas que justifiquen su habitual sobreprecio y, en algunos casos, pueden incluso presentar un perfil nutricional menos equilibrado que sus alternativas convencionales. La clave, como siempre, reside en una dieta variada, equilibrada y en no dejarse llevar por el primer reclamo publicitario.