La OCU ha vuelto a poner el dedo en la llaga, y no es para menos, ya que el universo de las aplicaciones móviles esconde a menudo trampas económicas que pasan desapercibidas para el usuario medio. Hablamos de esas suscripciones que se activan casi sin darnos cuenta, aprovechando un descuido, una letra pequeña ilegible o la promesa de un servicio gratuito que, de repente, comienza a generar cargos recurrentes en nuestra cuenta bancaria. Un goteo de dinero que, euro a euro, puede convertirse en una sangría considerable a final de mes, y que tiene a muchos con la mosca detrás de la oreja.
El fenómeno no es nuevo, pero parece haberse sofisticado con el auge de los servicios digitales, donde la facilidad para contratar contrasta con la dificultad, a veces hercúlea, para darse de baja. La Organización de Consumidores y Usuarios lleva tiempo advirtiendo sobre estas prácticas, que rayan en lo abusivo y juegan con la confianza y, en ocasiones, con la falta de pericia tecnológica de una parte de la población. La clave está en estar alerta y saber dónde mirar, porque muchas de estas apps están instaladas en nuestros teléfonos sin que seamos plenamente conscientes de sus implicaciones financieras.
2EL ‘TIMO DE LA ESTAMPITA’ VERSIÓN APP: CÓMO CAEMOS EN LA RED

La picaresca, tan arraigada en nuestra cultura popular, ha encontrado un nuevo campo de juego en el entorno digital, y las suscripciones automáticas son uno de sus ejemplos más flagrantes. El anzuelo suele ser una funcionalidad premium temporalmente gratuita, un juego adictivo que requiere pagos para avanzar o una utilidad que promete soluciones mágicas a problemas cotidianos. Una vez que el usuario ha «picado», y ha introducido sus datos de pago para acceder a esa prueba inicial, el proceso de cobro se automatiza, a menudo sin notificaciones claras ni recordatorios previos a la renovación.
Muchas veces, la cancelación de estos servicios se convierte en una auténtica carrera de obstáculos, con menús ocultos, procesos de verificación engorrosos o la imposibilidad de hacerlo directamente desde la propia aplicación, obligando al usuario a navegar por las configuraciones de la tienda de aplicaciones (Google Play o App Store) o incluso a contactar con un servicio de atención al cliente poco resolutivo. La OCU denuncia que esta complejidad no es casual, sino una estrategia deliberada para desincentivar las bajas y mantener cautivos a los suscriptores el mayor tiempo posible.