viernes, 27 junio 2025

La sopa fría de almendras de Almería que pocos conocen, pero que es perfecta para días de calor extremo

Almería, tierra de sol abrasador y veranos que desafían el termómetro, guarda entre sus tradiciones culinarias un secreto a voces, una joya gastronómica perfecta para combatir las temperaturas más infernales. Se trata de una sopa fría de almendras que, aunque hermana del célebre ajoblanco, posee matices y una identidad propia que la hacen única en su especie y sorprendentemente eficaz contra la canícula que aprieta sin piedad. Es un bocado refrescante, casi un salvavidas líquido, que muchos desconocen fuera de sus fronteras provinciales.

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Lejos de la fama de otras variantes más mediáticas, esta versión almeriense, con sus particulares giros en la receta, se mantiene como un tesoro local, transmitido de generación en generación en cocinas familiares y tascas auténticas. Su base de almendra molida, el pan remojado que le da cuerpo y, quizás lo más distintivo, la inclusión de uvas pasas, la transforman en una experiencia gustativa compleja, que equilibra el frescor con un toque dulce inesperado, convirtiéndola en la respuesta culinaria ideal cuando el mercurio se dispara y la búsqueda de alivio se vuelve una obsesión.

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LA RECETA GUARDIANA DE LA TRADICIÓN EN ALMERÍA

Fuente: Freepik

Preparar este ajoblanco que honra la tradición de Almería no es complicado en esencia, pero requiere mimo y atención al detalle, como toda buena receta de casa que se precie de ser fiel a sus orígenes. El pan duro del día anterior, o incluso de un par de días, se remoja en agua hasta que está bien tierno y deshecho, la almendra cruda se tritura finamente –tradicionalmente en mortero, aunque hoy una batidora potente hace el trabajo con menos esfuerzo– y el ajo se integra con prudencia, ajustando la cantidad para que no domine por completo los demás sabores, buscando un equilibrio armónico.

La clave de su textura y sabor característicos está en emulsionar lentamente con aceite de oliva virgen extra de buena calidad, añadiendo agua muy fría, casi helada, poco a poco hasta lograr la textura deseada, que debe ser cremosa pero ligera, ni muy líquida ni demasiado espesa como una papilla. Las uvas pasas se pueden añadir al final, enteras o troceadas, o incluso triturarlas parcialmente con la base para integrar su dulzor más profundamente, un detalle que distingue claramente la versión de Almería de otras menos atrevidas con los contrastes. El punto de sal y vinagre es crucial y debe ajustarse al gusto personal, buscando ese equilibrio perfecto entre lo salado, lo ácido y lo dulce.

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