El estrés forma parte de la vida cotidiana, y puede aparecer con las responsabilidades laborales, las preocupaciones familiares, la sobreexposición a pantallas y la falta de tiempo para uno mismo; cosas que hacen que muchas personas vivan en un estado constante de tensión. Sin embargo, no todos los métodos para combatir el estrés requieren de medicamentos, retiros espirituales o técnicas complejas. A veces, la solución está en algo tan básico y humano como el contacto físico.
Un gesto tan sencillo como un abrazo tiene un impacto real y profundo en el cuerpo y la mente. Diversos estudios han demostrado que el contacto físico cercano, afectivo y consentido puede reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, mientras estimula la producción de oxitocina, conocida como “la hormona del amor”. En tiempos donde se privilegia la comunicación digital, recuperar esta forma de conexión física no solo alivia el estrés, sino que también refuerza los lazos emocionales con quienes nos rodean.
1El estrés y el poder calmante del abrazo
El estrés afecta directamente al sistema nervioso, pero el cuerpo tiene mecanismos naturales para contrarrestarlo, y uno de ellos es el contacto físico. Al abrazar a alguien, se activa el sistema parasimpático, que reduce la presión arterial y relaja el cuerpo. Es un reflejo instintivo y milenario, y es que cuando alguien nos contiene con los brazos, el cerebro interpreta esa señal como seguridad. Y en un entorno seguro, el estrés pierde fuerza.
Varios experimentos científicos han confirmado que quienes reciben abrazos frecuentes presentan una mejor respuesta inmunológica y menos síntomas de ansiedad. El estrés no desaparece por completo, pero se vuelve más manejable. Incluso se ha visto que abrazar durante más de 20 segundos produce efectos positivos más duraderos. Lo interesante es que no solo el que recibe el abrazo se beneficia, sino que también lo hace quien lo da.
