El estrés forma parte de la vida cotidiana, y puede aparecer con las responsabilidades laborales, las preocupaciones familiares, la sobreexposición a pantallas y la falta de tiempo para uno mismo; cosas que hacen que muchas personas vivan en un estado constante de tensión. Sin embargo, no todos los métodos para combatir el estrés requieren de medicamentos, retiros espirituales o técnicas complejas. A veces, la solución está en algo tan básico y humano como el contacto físico.
Un gesto tan sencillo como un abrazo tiene un impacto real y profundo en el cuerpo y la mente. Diversos estudios han demostrado que el contacto físico cercano, afectivo y consentido puede reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, mientras estimula la producción de oxitocina, conocida como “la hormona del amor”. En tiempos donde se privilegia la comunicación digital, recuperar esta forma de conexión física no solo alivia el estrés, sino que también refuerza los lazos emocionales con quienes nos rodean.
2La importancia del contacto en las relaciones
El estrés no solo afecta al individuo, sino también a sus relaciones. Cuando se acumula tensión, la comunicación se vuelve más cortante, los gestos de afecto escasean y se genera una distancia emocional. Aquí es donde el contacto físico, como tomarse de las manos, acariciar o simplemente apoyar una cabeza en el hombro del otro, actúa como un puente. Restablece la conexión emocional sin necesidad de palabras.
El estrés tiende a generar una barrera invisible entre las personas, pero el contacto físico derriba esas barreras de forma natural. En parejas, por ejemplo, se ha visto que quienes mantienen hábitos físicos afectivos como abrazarse, acariciarse, o dormir juntos, tienden a superar mejor los conflictos y tienen una mayor satisfacción en su relación. No es magia, es simple biología; pues al tocar, se comunican calma, presencia y apoyo mutuo.
