La DGT ha puesto el foco, una vez más, en la siniestralidad en nuestras carreteras, señalando específicamente aquellos comportamientos al manillar de una moto que, según sus análisis, son los más letales. No hablamos de meras infracciones, sino de hábitos arraigados o descuidos puntuales que, sumados, dibujan un mapa preocupante de los riesgos a los que se enfrentan (y exponen) los motoristas cada día. Es una radiografía descarnada que obliga a la reflexión urgente sobre la cultura de la seguridad en las dos ruedas en España. Este informe no es un capricho administrativo; es el resultado de años de recopilación de datos, de análisis fríos de tragedias que, en muchos casos, pudieron haberse evitado con un mínimo de conciencia y respeto por las normas y por la propia vida.
Resulta paradójico que la sensación de libertad que buscan muchos al subirse a una moto sea precisamente lo que, mal entendida, les lleve a asumir riesgos desmedidos. La velocidad, la prisa por zigzaguear entre el tráfico, el convencimiento de que «a mí no me pasa nada» o el simple descuido de no abrocharse bien el casco o usar uno caducado, son los ingredientes perfectos para el desastre según los datos de la DGT. Estas conductas, lejos de ser anécdotas, son patrones recurrentes que se repiten en una proporción alarmante de los accidentes mortales o con lesiones graves que se registran anualmente en nuestras vías. La Administración lo advierte con insistencia, pero parece que el mensaje no cala lo suficiente o, peor aún, se ignora sistemáticamente por un sector de los usuarios de moto.
3ALCOHOL Y DISTRACCIONES: CÓCTELES MORTALES SOBRE DOS RUEDAS

La combinación de alcohol o drogas con la conducción de cualquier vehículo es siempre una mala idea, pero sobre una moto se convierte directamente en un cóctel mortal. El equilibrio, la coordinación y los reflejos son vitales para controlar una máquina de dos ruedas, y todas estas capacidades se ven drásticamente mermadas por el consumo de sustancias. La tolerancia al riesgo aumenta de forma peligrosa, la percepción de la velocidad y la distancia se distorsiona, y la capacidad para tomar decisiones rápidas y acertadas desaparece por completo, factores todos ellos que la DGT identifica en un porcentaje alarmante de los accidentes más graves**.
Por otro lado, las distracciones al manillar son un enemigo silencioso y cada vez más presente. Mirar el móvil, manipular el navegador GPS, ajustar la música, o incluso girarse para hablar con un acompañante, son acciones que, durante apenas unos segundos, implican apartar la vista de la carretera y, lo que es igualmente grave, retirar una mano del manillar. En una moto, donde el equilibrio es dinámico y la concentración debe ser total, cualquier pequeña distracción puede tener consecuencias fatales, una realidad que la DGT documenta con cifras que no dejan lugar a dudas sobre su impacto en la siniestralidad. La moto exige una atención plena y constante; bajar la guardia, aunque sea un instante, es abrir la puerta al accidente.