El dolor en la mandíbula, a menudo atribuido al estrés acumulado o a alguna muela revoltosa, puede ser un síntoma engañoso que merece nuestra atención. En un mundo donde vivimos deprisa y normalizamos pequeñas molestias, es fácil caer en la trampa de restar importancia a las señales que nos envía el cuerpo, especialmente si no encajan con la imagen clásica de un problema grave, una situación particularmente relevante cuando hablamos de la salud cardiovascular, donde los avisos pueden ser mucho más sutiles de lo que imaginamos.
Los síntomas de un infarto, por ejemplo, no siempre se manifiestan con el dolor opresivo en el pecho que tan a menudo vemos en las películas, una realidad que adquiere una dimensión crucial al considerar las diferencias de género, ya que, según diversos estudios y datos recabados por organizaciones médicas de prestigio, las mujeres con frecuencia experimentan señales distintas, a veces tan variadas como fatiga inusual, dificultad para respirar o, sí, molestias en zonas inesperadas como la mandíbula. Ignorar estas manifestaciones atípicas podría tener consecuencias serias, por lo que comprender su alcance es el primer paso para actuar a tiempo ante lo que podría ser un aviso silencioso, pero urgente, del corazón.
1EL DOLOR SILENCIOSO QUE MUCHOS ATRIBUYEN AL ESTRÉS
Vivimos en una era donde el estrés parece ser la explicación universal para casi cualquier achaque físico que no tenga una causa evidente, desde dolores de cabeza persistentes hasta tensiones musculares generalizadas. Es cierto que la presión diaria puede manifestarse de innumerables formas en nuestro organismo, pero esta tendencia a culpar al estrés de todo puede llevarnos a pasar por alto síntomas que, en realidad, provienen de orígenes mucho más serios, dejando sin identificar a tiempo alertas vitales que nuestro cuerpo intenta comunicarnos.
Uno de esos síntomas esquivos que a menudo caen bajo el paraguas del «es solo estrés» es precisamente el dolor en la mandíbula. Cuando aparece, nuestra primera reacción suele ser pensar en tensión muscular por ansiedad, bruxismo nocturno o incluso un problema dental sin diagnosticar, pero el peligro reside en quedarse únicamente con esa primera impresión, sin considerar otras posibilidades, sobre todo si el dolor aparece de forma inexplicable, es recurrente o se acompaña de otras sensaciones extrañas en el cuerpo.