Recibir multas de radar se ha convertido en una de las mayores pesadillas para los conductores españoles, un temor latente que se materializa con el destello de un flash en la carretera y culmina con la temida notificación en el buzón. La sensación es universal: una mezcla de frustración, enfado y resignación ante una sanción que a menudo implica no solo un desembolso económico, sino también la preciada pérdida de puntos del carnet. Sin embargo, en el complejo entramado administrativo de la Dirección General de Tráfico, existen ciertas grietas, resquicios legales que, aunque controvertidos, son utilizados por algunos para sortear la parte más lesiva de la sanción.
No se trata de recurrir la infracción alegando errores de medición o señalización, una vía a menudo ardua y con escasas probabilidades de éxito. La estrategia es mucho más sutil y se apoya en un pilar fundamental del procedimiento sancionador: la obligación de identificar al conductor. Es en este preciso punto, en el cruce entre la titularidad del vehículo y la responsabilidad de la infracción, donde se abre un campo de juego inesperado. Un terreno abonado para la picaresca, donde una fotografía poco nítida puede convertirse en la llave para salvar los puntos del carnet, aunque la sanción económica siga su curso inexorable.
4EL ‘AMIGO’ CON PUNTOS DE SOBRA: LA PICARESCA ENTRA EN JUEGO

Ante este escenario, la solución que muchos conductores han encontrado es un ejercicio de picaresca moderna. Consiste en buscar a una persona de confianza, normalmente un familiar o un amigo, que no tenga problemas con su saldo de puntos y que esté dispuesta a «asumir la culpa». El infractor real se pone en contacto con este cómplice voluntario y le pide que le permita identificarle como el conductor en el momento de la infracción. De esta forma, se desvía la parte más perjudicial de la sanción hacia un tercero que no sufrirá consecuencias reales por ello. Estas multas se pagan, pero los puntos se salvan.
El pacto suele ser sencillo y se basa en la confianza mutua. El propietario del vehículo, que era el infractor original, se compromete a pagar la totalidad de la sanción económica. La persona identificada, por su parte, solo tiene que aceptar que la DGT le reste los puntos correspondientes de su carnet. Es una transacción en la que se intercambia un bien intangible (los puntos) a cambio de un favor personal, una práctica que se ha extendido de forma silenciosa entre conductores de toda España. Legalmente, el procedimiento es correcto: el titular ha identificado a un conductor y la Administración ejecuta la sanción sobre esa persona.