Galicia guarda secretos que parecen sacados de un cuento, y uno de ellos se esconde entre los acantilados de la Ría de Cedeira, en el norte de las Rías Altas. Allí, tras una caminata entre vegetación salvaje y unas escaleras de madera casi ocultas, se revela una cala que nada tiene que envidiar a los parajes más idílicos del Mediterráneo. Arena blanca, aguas turquesas y un silencio casi sagrado definen a este pequeño refugio natural que, sin embargo, solo se deja ver cuando baja la marea. En cuanto el agua sube, desaparece como por arte de magia, tragada por el mismo mar que la acaricia.
Galicia, tierra de contrastes y paisajes que cortan la respiración, ha convertido esta cala en uno de sus tesoros más singulares. No es una playa al uso, ni siquiera está en las guías más transitadas, pero quienes la conocen saben que es un paraíso que se rige por el calendario de sus mareas. Su visita requiere atención, tiempo y un poco de suerte, porque si llegas con el mar alto, lo único que verás será el acantilado y la espuma rompiendo sobre la roca. Pero si das con ella a la hora justa, lo que encuentras es pura magia.
1Galicia y el encanto escondido de Cala Sonreiras

Galicia presume de algunas de las playas más impresionantes de España, pero Cala Sonreiras juega en otra liga. Este pequeño arenal de apenas 20 metros de longitud se encuentra a los pies de los acantilados, en un entorno natural prácticamente intacto. Allí, las aguas del Cantábrico se tornan sorprendentemente tranquilas, protegidas por la forma de la ría y el abrigo de la costa. El acceso, aunque algo escarpado, forma parte de la experiencia, como un sendero entre árboles que parte desde Punta Sarridal y baja hasta la arena a través de unas escaleras de madera.
Quienes llegan hasta esta joya de Galicia saben que aquí no hay chiringuitos, ni hamacas, ni sombra artificial. Solo el sol, el sonido del mar y un fondo marino que fascina a buceadores y amantes del snorkel. Por eso, Cala Sonreiras no solo destaca por su belleza, sino por su autenticidad. Un lugar para quienes buscan desconectar, respirar salitre y dejarse llevar por el ritmo lento del norte. Llegar en barco también es posible, y muchos lo prefieren así, aprovechando el trayecto para admirar la costa desde otra perspectiva.