Galicia guarda secretos que parecen sacados de un cuento, y uno de ellos se esconde entre los acantilados de la Ría de Cedeira, en el norte de las Rías Altas. Allí, tras una caminata entre vegetación salvaje y unas escaleras de madera casi ocultas, se revela una cala que nada tiene que envidiar a los parajes más idílicos del Mediterráneo. Arena blanca, aguas turquesas y un silencio casi sagrado definen a este pequeño refugio natural que, sin embargo, solo se deja ver cuando baja la marea. En cuanto el agua sube, desaparece como por arte de magia, tragada por el mismo mar que la acaricia.
Galicia, tierra de contrastes y paisajes que cortan la respiración, ha convertido esta cala en uno de sus tesoros más singulares. No es una playa al uso, ni siquiera está en las guías más transitadas, pero quienes la conocen saben que es un paraíso que se rige por el calendario de sus mareas. Su visita requiere atención, tiempo y un poco de suerte, porque si llegas con el mar alto, lo único que verás será el acantilado y la espuma rompiendo sobre la roca. Pero si das con ella a la hora justa, lo que encuentras es pura magia.
3Un refugio de la belleza fugaz

Lo que hace verdaderamente única a esta cala de Galicia no es solo su estética casi tropical o su tranquilidad extrema, sino su carácter efímero. No todos los días se puede disfrutar de su arena, y esa rareza la convierte en un destino todavía más especial. Visitarla requiere observar las mareas, dejarse llevar por el calendario natural y aceptar que la naturaleza tiene su propio horario. Pero quienes aciertan con el momento saben que han encontrado algo irrepetible.
Cala Sonreiras es un perfecto ejemplo de lo que Galicia sabe ofrecer a quienes están dispuestos a explorar más allá de lo evidente. Un lugar que no aparece siempre, que no se deja conquistar fácilmente y que, precisamente por eso, deja una huella imborrable. No se necesita mucho más; basta con un cielo despejado, el murmullo del mar y el privilegio de estar en el sitio justo en el instante adecuado.