Andalucía es tierra de contrastes, donde el calor del verano exige creatividad para sobrellevar las altas temperaturas. En muchos pueblos andaluces, las horas del día se viven entre la penumbra de las casas, a la espera de que caiga el sol y llegue el alivio nocturno. Pero hay lugares donde el agua no solo refresca, sino que también cuenta historias. Cañaveral de León, en la provincia de Huelva, es uno de ellos. Allí se encuentra una piscina muy especial que no solo alivia el calor, sino que también honra una forma de vida profundamente arraigada en la tradición andaluza.
La conocida como La Laguna no es una piscina cualquiera. Declarada Bien de Interés Cultural en 2009, bajo la categoría de Lugar de Interés Etnológico, este espacio representa el alma del pueblo. Situada frente al ayuntamiento, La Laguna ha sido durante generaciones punto de encuentro, recurso vital y símbolo de identidad para los vecinos. Especialmente para las mujeres, quienes, antes de la llegada del agua corriente a las casas, acudían cada día con cántaros y botijos a recoger el líquido imprescindible para sus hogares. Era, como se afirma desde el propio municipio, una auténtica “peregrinación”.
1Andalucía ofrece un espacio con historia y cultura

Andalucía es sinónimo de patrimonio, y La Laguna forma parte de una red viva de tradiciones que se niega a desaparecer. Este estanque fue originalmente una alberca construida para el riego de huertos, abastecida por el manantial de la Fuente Redonda. Esta fuente natural serpentea por las calles del pueblo, dando lugar a una larga acequia que culmina en la alberca. La cultura del agua es tan importante aquí que el pueblo ha creado la llamada Ruta del Agua, donde se pueden descubrir otros elementos del legado hidráulico local, como el Museo Etnológico del Aceite.
Más que una piscina, La Laguna es una forma de entender el territorio y la convivencia en esta parte de Andalucía. No solo mantiene viva una infraestructura tradicional, sino que permite experimentar el contacto directo con un entorno natural y humano que se conserva gracias a la implicación de los vecinos. En tiempos donde lo artificial se impone, este rincón ofrece una experiencia auténtica y respetuosa con su entorno.