WiFi se ha convertido en una necesidad básica, casi tan vital como el aire que respiramos, pero la comodidad que ofrece esconde un lado oscuro que muchos aún no perciben completamente; esta omnipresencia digital, clave para nuestra vida conectada, también abre puertas inesperadas para aquellos con intenciones maliciosas. Estamos constantemente enviando y recibiendo información sensible a través de estas ondas invisibles, a menudo sin pensar dos veces en la seguridad subyacente de la conexión que usamos.
Esa falsa sensación de invulnerabilidad nos lleva a conectar nuestros dispositivos a cualquier red disponible, ya sea en una cafetería, un aeropuerto o incluso la nuestra propia sin revisar configuraciones básicas; esta ligereza en la gestión de algo tan crucial es precisamente lo que los ciberdelincuentes buscan y explotan con sorprendente facilidad, aprovechando fallos que están al alcance de cualquiera con conocimientos mínimos. Los datos personales, bancarios, e incluso conversaciones privadas, viajan por cables y aire, a veces sin la protección adecuada que justifique la confianza que depositamos en la tecnología.
3CIFRADO DÉBIL O INEXISTENTE: LA PUERTA ABIERTA
El método de cifrado que utiliza una red WiFi es fundamental para determinar su nivel de seguridad, y la persistencia de estándares antiguos como WEP o la simple ausencia de contraseña (redes abiertas) son eslabones débiles que los ciberdelincuentes explotan activamente; el cifrado WEP, por ejemplo, fue descifrado hace años y puede ser «roto» (obtenida la clave) en cuestión de minutos utilizando software fácilmente disponible en internet, dejando expuesta toda la información que viaja por esa red a cualquiera que sepa cómo escucharla, lo que lo convierte en un método de seguridad prácticamente inútil en la actualidad, aunque tristemente todavía se encuentra activo en algunas redes heredadas o mal configuradas, ofreciendo una falsa sensación de protección a sus usuarios desprevenidos.
Las redes que no tienen ningún tipo de cifrado, las llamadas redes abiertas o públicas sin contraseña, son la antítesis de la seguridad digital y deberían evitarse a toda costa para cualquier actividad que implique el intercambio de información privada o sensible; conectarse a una de estas redes es similar a mantener una conversación confidencial a grito pelado en mitad de una plaza pública; cualquiera puede escucharla, grabarla y usar la información sin que el emisor o receptor se den cuenta de la intromisión en su comunicación digital a través del WiFi, lo que hace que actividades como revisar el correo, acceder a la banca online o comprar algo en una tienda virtual se conviertan en actos de fe arriesgados donde los datos de acceso y la información financiera están literalmente volando por el aire para que cualquiera los intercepte, una realidad preocupante en el uso cotidiano del WiFi.