miércoles, 2 julio 2025

Si tu orina tiene este color, deberías beber agua urgentemente pero si tiene este otro, consulta a un médico

El color de la orina es uno de los indicadores de salud más directos, inmediatos y personales que nuestro cuerpo nos ofrece a diario y de forma gratuita. Este líquido, que a menudo desechamos sin prestarle la más mínima atención, es en realidad un completo boletín informativo sobre nuestro estado de hidratación, la función de nuestros riñones e incluso la posible presencia de enfermedades subyacentes. Interpretar correctamente su paleta de colores es una habilidad sencilla que todos deberíamos dominar, una herramienta de autodiagnóstico preliminar que puede marcar la diferencia entre la simple necesidad de beber un vaso de agua y la urgencia de una consulta médica.

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Aprender a leer los mensajes que nos envía el cuerpo a través de la micción es un acto de autocuidado fundamental en un mundo donde a menudo ignoramos las señales más sutiles. La mayoría de las variaciones cromáticas son completamente benignas y responden a factores tan triviales como lo que hemos comido o bebido. Sin embargo, un cambio en la tonalidad de la orina puede ser la primera y más temprana señal de que algo no funciona como debería, una alerta visual que, si se sabe interpretar, nos permite actuar a tiempo y tomar las riendas de nuestro bienestar de una forma proactiva y consciente.

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FALSAS ALARMAS: CUANDO LA CULPA ES DE LA COMIDA O LOS MEDICAMENTOS

Fuente: Freepik

Es fundamental recordar que no todos los cambios de color en la orina son motivo de pánico. Nuestra dieta tiene un impacto directo y a veces sorprendente en su tonalidad. El ejemplo más clásico es el de la remolacha, que puede teñir la orina de un color rojizo o rosado que puede confundirse fácilmente con sangre, generando una alarma innecesaria. Del mismo modo, el consumo de espárragos, ruibarbo o habas puede alterar tanto el color como el olor del líquido de forma temporal y completamente inofensiva. Saber identificar estas falsas alarmas, que se resuelven simplemente al dejar de consumir el alimento en cuestión, nos ahorra preocupaciones y visitas innecesarias al médico.

Los medicamentos también son una causa frecuente de alteraciones cromáticas. Ciertos laxantes, antibióticos como la rifampicina o medicamentos para el dolor como la fenazopiridina pueden dar a la orina tonos anaranjados, rojizos o incluso marrones. Por ello, es importante leer los prospectos de los fármacos que se estén tomando y estar al tanto de sus posibles efectos secundarios. En última instancia, la regla de oro es simple: si el cambio de color persiste, si no se puede explicar por la dieta o la medicación, o si se acompaña de otros síntomas como dolor, fiebre o malestar general, la consulta con un profesional de la salud es siempre el paso más prudente y seguro.

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