Existe un mineral que, a pesar de ser fundamental para que miles de procesos internos funcionen correctamente, pasa demasiado a menudo desapercibido en nuestra dieta diaria. Hablamos de un actor silencioso en el escenario de nuestro cuerpo, cuya presencia en cantidades adecuadas es tan vital como el aire que respiramos, pero cuya deficiencia se ha convertido en un problema sorprendentemente extendido en la sociedad moderna. Es una carencia sutil, a veces difícil de detectar, que puede manifestarse en síntomas variados y confusos, impactando nuestra salud de formas que quizás no relacionamos directamente con lo que comemos.
Esta carencia generalizada no es una cuestión menor; influye directamente en cómo nos sentimos día a día, afectando desde nuestra energía y estado de ánimo hasta funciones corporales esenciales que damos por sentadas. Las señales de alarma pueden ser tan comunes como unos calambres nocturnos o esa sensación constante de fatiga que no desaparece, síntomas que a menudo atribuimos al estrés o al cansancio sin indagar más a fondo en sus posibles causas nutricionales. Entender la importancia de este mineral
y reconocer las señales de que nos falta podría ser el primer paso para recuperar ese bienestar que, sin darnos cuenta, hemos ido perdiendo.
4LA ENERGÍA QUE NO LLEGA Y EL AZÚCAR DESCONTROLADO

Además de su papel en músculos, nervios y mente, el mineral magnesio es un componente indispensable en los procesos metabólicos que convierten los alimentos que consumimos en energía utilizable por nuestras células. Es un cofactor esencial en la producción de ATP, la molécula que actúa como la principal fuente de energía para la inmensa mayoría de funciones celulares, lo que significa que sin suficiente magnesio, nuestras células simplemente no pueden producir la energía necesaria para funcionar correctamente. Esto se manifiesta a menudo como una fatiga persistente que no mejora con el descanso, un síntoma común y frustrante de deficiencia.
Pero su influencia metabólica no termina ahí; este mineral
también desempeña un papel crítico en el metabolismo de la glucosa y la sensibilidad a la insulina, la hormona que permite que el azúcar en sangre entre en las células para ser utilizado como energía. Niveles bajos de magnesio se han asociado con una menor sensibilidad a la insulina, lo que puede dificultar que el cuerpo regule eficazmente los niveles de azúcar en la sangre y, a largo plazo, aumentar el riesgo de desarrollar resistencia a la insulina y problemas metabólicos. Es un mineral
que, por tanto, tiene un impacto directo en cómo nuestro cuerpo gestiona el combustible principal que lo mantiene en marcha.