Existe un mineral que, a pesar de ser fundamental para que miles de procesos internos funcionen correctamente, pasa demasiado a menudo desapercibido en nuestra dieta diaria. Hablamos de un actor silencioso en el escenario de nuestro cuerpo, cuya presencia en cantidades adecuadas es tan vital como el aire que respiramos, pero cuya deficiencia se ha convertido en un problema sorprendentemente extendido en la sociedad moderna. Es una carencia sutil, a veces difícil de detectar, que puede manifestarse en síntomas variados y confusos, impactando nuestra salud de formas que quizás no relacionamos directamente con lo que comemos.
Esta carencia generalizada no es una cuestión menor; influye directamente en cómo nos sentimos día a día, afectando desde nuestra energía y estado de ánimo hasta funciones corporales esenciales que damos por sentadas. Las señales de alarma pueden ser tan comunes como unos calambres nocturnos o esa sensación constante de fatiga que no desaparece, síntomas que a menudo atribuimos al estrés o al cansancio sin indagar más a fondo en sus posibles causas nutricionales. Entender la importancia de este mineral
y reconocer las señales de que nos falta podría ser el primer paso para recuperar ese bienestar que, sin darnos cuenta, hemos ido perdiendo.
5POR QUÉ NOS FALTA ESTE VITAL MINERAL Y CÓMO SABERLO

Identificar una deficiencia de este mineral puede ser complicado porque los síntomas son a menudo inespecíficos y pueden atribuirse a otras causas, como ya hemos mencionado. Sin embargo, reconocer las señales de alarma es el primer paso. Síntomas como calambres musculares frecuentes, fatiga crónica que no mejora con el descanso, debilidad muscular, ansiedad, problemas para dormir, irritabilidad, dolores de cabeza, y alteraciones del ritmo cardíaco pueden ser indicativos de que no estamos obteniendo suficiente magnesio, un mineral
cuya carencia silenciosa afecta a una parte significativa de la población sin que lo sepan.
La prevalencia de su déficit se debe a múltiples factores. La agricultura intensiva ha mermado los niveles de magnesio en los suelos, reduciendo su contenido en muchos alimentos. El procesamiento de alimentos refina cereales y otros productos, eliminando gran parte de este mineral esencial. El consumo elevado de alcohol, café, azúcares refinados y ciertos medicamentos (como diuréticos o inhibidores de la bomba de protones) pueden aumentar su excreción o disminuir su absorción, contribuyendo aún más a un estado de carencia de este mineral
tan fundamental para el organismo. Aumentar la ingesta de alimentos ricos en magnesio, como vegetales de hoja verde oscuro, frutos secos, semillas, legumbres y cereales integrales, es una estrategia clave para asegurar que nuestro cuerpo recibe las cantidades adecuadas de este mineral
y así evitar los molestos síntomas asociados a su déficit.