Ir de tapas por Sevilla es mucho más que alimentarse; es una liturgia, una forma de entender la vida que se oficia en las barras de sus bares más emblemáticos. Lejos de las rutas turísticas convencionales y de las guías prefabricadas, existe un recorrido sagrado que todo sevillano conoce y que conforma el auténtico corazón gastronómico de la ciudad. No hablamos de establecimientos modernos ni de propuestas de vanguardia, sino de templos del sabor que han resistido el paso del tiempo, un ritual social donde cada bar cuenta una historia y cada tapa es un pedazo de la memoria colectiva. Es un viaje a la esencia misma de la capital hispalense.
Este particular peregrinaje nos lleva a un triángulo de oro formado por tres nombres propios que son pura historia viva: El Rinconcillo, Bar Alfalfa y Las Columnas. Son las tres vértices de un mapa sentimental y culinario que define la cultura del tapeo en la ciudad. Adentrarse en ellos es mucho más que una simple comida; es una inmersión en una atmósfera cargada de solera, de azulejos que han visto generaciones enteras y de recetas que se han mantenido inalterables. Es, un viaje en el tiempo a través de sabores que definen la identidad de la ciudad, una experiencia que conecta directamente con el alma de Sevilla.
1UN TRIÁNGULO SAGRADO EN EL CORAZÓN DE LA CIUDAD
Este triángulo de oro no es una invención del marketing turístico, sino una realidad palpable que se ha forjado con el paso de las décadas en el entramado de calles del centro de Sevilla. Une tres conceptos de bar que, aunque diferentes en su puesta en escena, comparten una misma filosofía: la autenticidad por encima de todo. Es un recorrido que se puede hacer a pie en pocos minutos, pero que abarca siglos de tradición culinaria. Es, una ruta no escrita que los sevillanos conocen de memoria, y que representa la prueba de fuego para cualquiera que quiera presumir de conocer la ciudad.
Lo que une a estos tres establecimientos es la palabra «solera», ese término tan andaluz que describe algo que ha ganado valor y calidad con el tiempo. Aquí no hay sitio para espumas, aires ni deconstrucciones; la carta es un manifiesto de honestidad brutal, con platos que se apoyan en la excelencia del producto y en la sabiduría de recetas centenarias. En estos rincones de Sevilla, el valor reside en la fidelidad a un recetario que ha sobrevivido a modas y generaciones, ofreciendo una experiencia genuina que cada vez es más difícil de encontrar.